Ciel estaba en el despacho del señor Michaelis, quien quería saber qué había pasado el día anterior con su hijo y como había reaccionado.
- Ciel ¿Cuéntame todo lo que paso ayer? - el menor asintió, avergonzado de revelar datos de su primera vez con el padre de su amo.
- pues anoche espere a Sebastián en su habitación y lo seduje, como decían los libros que me facilito la semana pasada, estuvimos juntos toda la noche porque el joven amo no quería que me fuera de su lado - finalizó la explicación avergonzado, al recordar que cabalgó encima de Sebastián, porque no quería ser dominado.
- Y por lo que veo mi hijo está muy interesado en ti, me alegro mucho Ciel, estoy seguro que eres el mejor regalo que recibió - sonreía con ternura mirando al azulino, quien bajo la cabeza avergonzado de las palabras del azabache mayor - Ya puedes volver con el - finalizó para que el menor fuera con su hijo, Ciel hizo una reverencia y fue a buscar al azabache, al no encontrarlo en el jardín fue a su habitación, deteniéndose antes de tocar la puerta al escuchar la voz de su amo.
- Alois se siente tan bien... ah... ah... aah... - gemía el azabache siendo escuchado por Ciel, a quien no le afectaba en absoluto, después de todo el solo era una mascota.
- Sebas..tian tan bueno, aha.. aha... ahh... - gritaba Alois, quien no parecía ningún virgen para los oídos de Ciel, él había escuchado de las sirvientas que Alois nunca había dormido con nadie, pero por alguna razón no confiaba en el rubio desde el primer momento en que lo vio, supo que le traería problemas, por ahora lo dejaría ser y no diría nada acerca de sus sospechas.
Ciel decidió respetarlos en su intimidad y se alejó hacia el despacho del padre de Sebastián, tenía tiempo libre para realizar algo, que desde hace un tiempo estuvo pensando hacer.
- Señor Michaelis - el mayor se sorprendió de ver al azulino otra vez con el - El joven amo se encuentra ocupado y no quiero interrumpir, así que quería pedir permiso para ir a la casa donde viví, por algo que olvide - finalizó el joven haciendo una reverencia, para que el mayor aceptará.
- ¿No puedo comprarlo para ti? - Pregunto esperando fuera así, pero el azulino negó rápidamente - Está bien, irás con Elizabeth, debes llegar antes de la cena - a Ciel se le ilumino el rostro al escuchar al azabache.
- Si señor, aquí estaré antes de la cena, gracias, muchas gracias - finalizó para correr a buscar a Elizabeth, mientras el hombre sonreía de manera amable, ese chico se había ganado su cariño en tan poco tiempo, lo quería como un hijo.
Elizabeth y Ciel salieron de la mansión hacia la casa del último, quien iba a buscar una foto de su hermano mayor, se sentía solo al no tener nada con que recordarle, a parte de un espejo que reflejará su imagen; cuando estaba cerca vio a su madre, por lo que agarró a Elizabeth para ocultarse en un callejón, esperando que la mujer se fuera; cuando notó que ya no estaba, corrió hacia la casa en donde ingresó rápidamente ya que sabía dónde guardaba su madre la llave, así que se dirigió hacia su cuarto mientras la rubia vigilaba la puerta.
Luego de un rato el menor encontró un reloj de bolsillo, que le había regalado Astre en su cumpleaños número 12, con una fotografía de su hermano dentro, lo guardo entre su ropa y salió rápidamente, justo a tiempo para eludir a su madre e ir a la mansión; pero, aún quedaba tiempo por lo que fueron a recorrer la ciudad, al ser una de las pocas veces que Ciel podía salir.
Sebastián después de un tiempo, termino por fuera de Alois, pero por alguna razón no se sentía satisfecho, a pesar de que la persona con la que lo hizo era su amado rubio, no se sintió tan bien como creía que sería.
- Alois, ¿Qué te pareció? - pregunto esperando al menos, haber satisfecho a su pareja, tomando como referencia su primera vez con Ciel.
- Estuvo maravilloso - el rubio estaba completamente satisfecho, lo disfruto tanto que quería pedirle al azabache que lo hicieran de nuevo, pero antes de siquiera proponerlo, Sebastián se puso una bata y salió de la habitación, dejándolo sorprendido.

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Mascota
ФанфикLas mascotas son herramientas de placer y satisfacción para los amos vendidas, en el bajo mundo como esclavos, su belleza sin igual es el atractivo para grandes aristócratas y también la calidad, deben obedecer siempre y aceptar cualquier pedido, si...