Capitulo XII

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- Yo... - apartó rápidamente la mirada al verse descubierto, ante la mirada de sorpresa de los otros dos jóvenes.

- Es una broma verdad, dime qué es una estúpida broma - el rubio estaba desesperado, no quería perder lo único que le quedaba, pero las lágrimas no se dejaron esperar.

- Lo siento Alois - decidió irse del lugar dejando a él rubio solo y herido, no podía mentirle cuando sabía que tenía razón.

Astre observó a su antiguo amado llorando por el azabache, no se le ocurrió que el rubio amara a Sebastián y se sintió aún más herido, pensando que nunca fue suficiente para él.

Alois lloraba porque había perdido a Astre, el amor de su vida y ahora por culpa de un extraño, estaba perdiendo también a Sebastián, su futuro esposo con quién había decidido compartir su vida, al que también le profesaba amor, sabía que a su lado nunca le faltaría nada y el azabache lo amaba, ahora no entendía porque alguien como Ciel se lo arrebataba, alguien sin atractivo y tuerto, no entendía cuál era la diferencia entre ellos.

Sebastián caminaba con un extraño sentimiento, los celos, algo que nunca había sentido con Alois, un sentimiento amargo e instintivo que se activa cuando te sientes amenazado, la posesividad que se genera hacia alguien a quien consideras tuyo, un sentimiento enfermizo que impide amar como es debido.

Era horrible sentir celos por alguien, cuya vida le había sido regalada para que cuidara de él, sus atenciones, sus emociones y sentimientos solo le pertenecían; entonces, porque cuidaba también de alguien más, a menos que esa persona sea especial, la idea de eso le causaba náuseas, nadie iba a reemplazarlo, con ese pensamiento fue a buscar a Ciel al comedor.

Al entrar al comedor, noto que junto a la ventana se encontraba Ciel, vestido con su traje de mayordomo, sentía sus emociones inestables, deseaba poseerlo en ese momento y en ese lugar para que todos vieran, que él es suyo y de nadie más, pero sabía que el azulino no lo permitiría.

- ¿Que paso allá, Sebastián? - se sorprendió al escuchar la voz del menor, aunque estaba de espaldas, él sabía quién era, pero lo que más llamó su atención fue el tono que empleo al hacerlo.

- No estabas aquí, cuando iba a desayunar - dijo molesto, mientras el azulino se giraba sin entender cuál fue su error.

- Sebastián, él es mi compañero de trabajo y se sentía mal, es normal que me preocupe por él, pero lo que no entiendo es que fue lo que hice mal - el azulino observó la puerta abrirse, entrando Astre y Alois por detrás del azabache, quien solo centraba su atención al suelo.

- Eres mío Ciel, es lo único que necesitas saber, tu preocupación y cuidado son solo para mí y nadie más - alzó la mirada para enfocarla en los ojos del azulino, quien giró la mirada con desaprobación.

- Joven amo, sus celos son absurdos - empezó a caminar pasando al azabache con dirección a la puerta, no quería discutir más con él, sabía que terminarían diciendo palabras hirientes o revelando información de su relación.

- Espera... - intento agarrarlo del brazo, pero fijo su mirada en los dos jóvenes que acababan de entrar - Alois - susurro con un tono triste, por la apariencia que tenía su prometido.

- Sebastián, ¿me odias? - Pregunto colocando su mejor cara de dolor - o ¿me amas? - el azabache no sabía qué hacer, se encontraba entre la espada y la pared, por un lado no quería lastimar a Alois y por el otro no quería mentir.

- Yo... - pensó bien la situación y decidió decir lo más coherente en ese momento -... Te amo Alois - susurro sin saber que había lastimado al azulino, que salió del lugar para no seguir escuchando al azabache.

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