Un astro opaco, sin luz propia, estaba varada en medio del espacio, pero no estaba sola, en la noche la Tierra la admiraba de lejos, y combinada con las estrellas eran un anochecer perfecto, sin quererlo la Luna empezó a girar alrededor de la Tierra, pero de pronto el calor del Sol la abrazo, tenía luz propia, y a pesar de que estuvieran a miles de años luz, cada eclipse era un beso que la Luna se dejaba robar por el Sol, dos astros que a pesar que eran lejanos eran almas gemelas, la Luna comprendió que el amor de tu vida y tu alma gemela son dos seres distintos.
—Hay una actualización más reciente de este mismo escrito en el capítulo 22—