Hay personas que aparecen cuando menos te lo esperas, que llegan como un rayo de luz, como un arcoíris después de la tormenta, o un poco de viento que te refresca el alma.
Él era así, era viento, era mar, era calma, era ese lugar donde te refugias después de un desastre, que te permite enredarte entre sus brazos, y te mantiene cálida.
Estar con él significaba sentarse en una librería, con una copa de vino en la mesa, un libro entre las manos y como melodía de fondo el murmullo de personas disfrutando de una buena charla o gozando de una buena lectura.
Era magia, aprendías a ver los pequeños detalles junto a él, te hacía disfrutar estar al aire libre y también estar en el sillón de una pequeña sala con una frazada cubriendo los cuerpos, mientras se escucha la televisión hablar.
Cuando estaba con el, mi frío tenía un abrigo.