Después de algunos días de lluvia, donde el cielo no parecía querer reflejar otro color que no fuera gris, te encontré en un bar con la mirada perdida, y una taza de café entre tus dedos, bebiéndote sorbo a sorbo tus angustias, verte me devolvió el calor, y cuando tus ojos se cruzaron con los míos me devolviste la luz que pensé había perdido, nos quedamos así unos segundos, admiré como el tiempo había cambiado tu físico, te volviste mas guapo, y me percaté que también observabas el paso del tiempo en mi, el cabello más corto y unas ojeras que delataban mis desvelos leyendo a Neruda, te acercaste a mi y colocaste tu pulgar en mi mejilla, sentí como todo tu calor me abrazaba con un simple roce, entonces tu calor me encontró, volví a arder, en ese momento decidí entregarte el mejor de mis poemas, y lo dejé caer en tus labios, al principio no supiste qué hacer, si recibirlo o simplemente negarte a leerlo, a sentirlo, quiero creer que sentiste el mismo fuego que yo, después de plasmar todo lo que sentía en tus labios, noté cómo la luz del sol entraba sin permiso por una de las ventanas del bar en el que estábamos.