VENECIA Y SUS MÁSCARAS

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Me degrado al comprobar que la mujer que tengo frente a mí no hace másss....que comportarse como tal. Ese punto en el que un hombre no está preparado para comprender. Ante mí un espectáculo en que la verdad se disfraza y oculta en forma de un sutil juego femenino. Me provoca dolor, frustración, toda una amalgama de situaciones en las que tarde o temprano un amor se ve envuelto.
Y dije amor.............. amor de amar, ese que me llevó a ser maltratado y ninguneado, el que me usó como una ficha del juego,  sin importar las consecuencias a la que me arrastrara, incluso transcurrido el tiempo, en frío. La alegoría que se ilustraba en mi felicidad muta y no entristece sino que se potencia con el factor comodín, el cual actúa en momentos como este, su felicidad en plenitud. La música se vuelve en tu contra, el entorno te observa, el ambiente te habla y uno lo escucha, simplemente por escuchar, por llenar un vacío, su vacío. No hay escala para medirlo, no hay palabra para definirlo, ni amor que lo reemplace, te acaba visitando la ansiedad y te tiras a las uñas, a la comida e incluso aquella primera persona que se te insinúa. Una mancha sobre otra, para bailar en la fiesta con la máscara puesta y la persona equivocada.

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