No hay dos alumnas iguales, aunque si resultados similares; en cualquier caso, la alumna siempre supera al maestro.
Olvidar mi huida en favor del calor de tus manos, que intenso lo pienso, pensamiento del que no me puedo esconder. Me atrapas. Decidir respirar tu alegría y contagiarme, contagiarme sin buscar remedios, sin duda un poder absoluto en una pócima.
Es más que el deseo de plasmar mi sentir en el manuscrito censurado de tu piel, con besos dulces de amanecer, de tardes de café que se enfrían en su taza y de perversas puestas de sol con las travesuras a las que me incitas. En definitiva es un mirarnos.... sentir nuestro animal interior cautivo y hambriento del otro, y besarte, besarte y besarte hasta convertir la rebeldía de mi lengua en un arte sin certificar, interpretando una composición floral desenfrenada, arrancarte la lencería con urgencia, amándote en latidos y realizar una ofrenda a una Diosa encarnada, antagónica de Artemisa, rincón por rincón, succionar el termitero, sin prisa, con gusto y placer, explayandome sin urgencia, degustando tu cuerpo casi en Braille, divagando entre tus primeros gemidos entregados al momento del amor, sin desistir por tu imperfección. Rociar pétalos de rosas en tu piel, recrearme en ti, ponerte a mil, sacar tu cachonda humedad inferior sintiéndola en mi y conquistar el olimpo, tantas veces como haga falta, quemarme en tu fuego, hacerte el amor hasta verte temblar, hasta caer exhaustos de amor fingido y de sexo imantado, de ganas prohibidas y riendas sueltas, totalmente libres. Atar a tu pasión sexual a la mía, gastar nata y chocolate y endulzar tu cuerpo meloso y extasiado de noche y media. Abandonando a la más celosa de las lunas, ejecutando al impás del crepúsculo y despertar piel con piel para dibujar el sentimiento a besos ....lento....Mirarte y caer rendido a tu poder, a tu magia de niña traviesa, tu juego y tu esencia. Brindar por la hipocresia de la inocencia, la pérdida y la indecisión, con las copas a rebosar de ganas, de culpa, de crimen, de fuego y de juego, de remordimiento infantil sin cláusula, de presente. De tiempo, espacio y frío, sin reclamos, con un orden racional escrito en mi cabeza, encarcelando a lo irracional, obstaculizando al viento, deteniendo locuras de chiquillos y quemarnos con el hielo, sin retorno. D82