Capítulo 14.

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Golpeo el saco de boxeo tantas veces y seguido, que al aflojarse mis vendas, la piel de mis nudillos comienza a sentir la fricción contra el cuero y es cuestion de segundos para que la sangre empiece a salir. Mi mente se mantiene en blanco, canalizando toda mi furia en los golpes que doy. Todo a mi alrededor me es ajeno, tanto la barra del bar como la lona en la cual me encuentro. El sudor me recorre la frente, aun así no me detengo, quiero disipar todo aquello que siento con el entenamiento corporal, quiero caer rendido de tanto esfuerzo como para seguirme reprochando todo aquello que había sucedido.

— Kyle detente —la voz de papá no me es un obstáculo para seguir golpeando— ¡Kyle Hoyles detente!

Me detengo en un último golpe, el saco se desliza sobre el andén, recupero la respiración mientras doy mi rostro a papá. Los demás boxeadores me miran con asombro, y no entiendo su confunsión ante mi persona, ellos hacían lo mismo ¿no? Entrenaban de esta manera, sin detenerse, sin pensar en lo demás.

— ¿Qué te sucede? Cuando te deje venir a hacer ejercisio no me referia a hacerte daño —toma mis manos, quita las vendas y me deja ver la sangre en mis nudillos— ¿En qué pensabas, cariño? Esto no es genial, no es cool.

Papá aún traía puesto su uniforme de veterinario; camisa celeste y pantalón del mismo color. Me miraba con reproche y desaprobación. Su manera de mirarme me dañaba, me hacía sentir que todo lo que había hecho o estaría por hacer era una mala desición.

— Estoy bien papá —miento.

Todo se había acabado; los entrenamientos, ver a Audrey, mis energías, mi tranquilidad mental, el sentir dolor. Ahora, cada vez mis ganas de golpear incrementaban, convirtiendose en la única forma de desechar todo aquello que me atormentaba y dolia. Por más que intentara hablar con Noah sobre lo que sentía, se formaba un nudo en mi garganta que aumentaba mis ganas de llorar y cerraba por completo mi pecho, irrumpiendo las palabras que tanto quería decir, que tanto quería sacar. Mi frustración por lo sucedido me estaba llevando al límite, y mi manera de retenerme tarde o temprano reventaría, obligandome a humillarme frente a ella una vez más, y eso, mi orgullo no lo permitía.

Me estaba convirtiendo en un volcán de sentimientos, que en cualquier momento estallaría.

— No lo parece Kyle —me toma por los hombros y me guía hasta la salida de la lona. Su tacto en mi piel me reconforta, y aunque él no tenga ni la menor idea de lo que hace, se lo agradezco—. Necesitas curarte, y al parecer, también hablar con alguien.

Busca su kit de emergencias al otro lado de la barra, yo lo espero sentado en una banca, mientras experimento la vaga sensación del dolor, del ardor en mis nudillos. «En quién me has conviertido, Audrey» pienso mientras miro la sangre que se seca entre mis manos «Qué tan hundo te has metido dentro de mí»

— ¿Me dirás? —toma asiento frente a mí, saca sus gasas y alcohol. Lo miro confundido por su pregunta— Quien te hizo eso, en tu rostro —aclara.

Y el cuerpo me tiembla.

Una cosa era mentirle de espaldas a papá y otra, hacerlo de frente. Papá sostiene su mirada en mí, miro su cicatriz, su nariz, sus labios, su rostro. «Es mi padre» me digo, es la única persona que enverdad me entendería, el único ser humano que ha pasado por lo mismo, que lo ha vivido a carne propia. Pero entonces veo la ilusión en su rostro, aquella que me muestra lo deseo que está por escuchar algo que no lo hunda, que no lo destroce. Y saber que he desobedecido sus reglas, sería algo muy difícil de llevar por su parte.

— He... Me he peleado con unos compañeros de clase —le digo.

Suspira y cierra los ojos.

— ¿Y por qué? —me quejo al sentir el alcohol en los raspones.

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