Capítulo 23.

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Baldosas blancas y pasillos extensos. Cuando he llegado al hospital lo he hecho con los nervios a flor de piel, he corrido del parqueadero hasta la recepción, he preguntado entre jadeos incontrolables por Audrey, y he recibido una respuesta negativa. A menos que fuera su familiar o alguien cercano podré tener información sobre ella, pero he llegado diciendo que soy un conocido, arruinando todo esfuerzo por completo. Declino por quinta vez una llamada de papá y bufo exasperado en busca de la cabellera roja. Me tortura no saber qué le sucede o sucedió, es imposible mantenerme tranquilo en una sala de esperas sin saber qué hacer o cómo reaccionar.

Cuando la vea qué haré. Si se supone que estamos disgustados, no puedo correr a sus brazos y soltarle todas aquellas preguntas que me surgieron en el camino, pero aún así había sido ella quién llamó, así que no debería estar tan enojada como lo imaginaba. Mis manos sudan, y si no logro dar con Audrey en los siguientes minutos juro que terminare colapsando de los nervios.

— Kyle —me levanto del asiento al escuchar su voz, el corazón me palpita como loco contra el pecho cuando la miro; con su rostro rasguñado, con la pesades en sus hombros.

Ella mira a otro lado, evitandome.

— Hola, eh... —me acerco, le acaricio los hombros como saludo, pero aquello la hace estremecerse, y una mueca aparece en su rostro.

Me preparo para ser rechazado. En cambio, eso no parece estar presente en la mente de Audrey. Se acerca a mí, estampa su rostro contra mi pecho y rodea mi torso con sus brazos, no reacciono al instante, tan solo miro a la nada intentando asimilar esto.

— Gracias por venir —dice, y su voz retumba en mi pecho.

Accedo a su abrazo, sosteniendola por el cuello.

— De nada —le contesto.

Se aleja de mí. Intento acariciarle el rostro, pero se corre los suficiente como para que mi mano quede en el aire, con los dedos extendidos a su dirección. Disimulo la decepción con una sonrisa, ella no la devuelve, no es como la chica del local, no es como Gretta, que a cada segundo sonreía amablemente. Audrey tan solo me hace sentir hueco y humillado, no reconfortante y lleno como Gretta.

«¿Pero qué hago?» me pregunto. Comparo a dos chicas totalmente distintas.

— ¿Nos vamos? —anuncia.

Intento tomar el pequeño bolso que trae consigo, pero lo arrebata al instante.

— Puedo sola.

Veo en su rostro a la chica de hace unos días, la que con lágrimas en el rostro me pidió en el patio trasero de mi casa que no sintiera pena por ella. También noto que aún está herida por lo dicho en la discusión.

— Quiero... —la detengo en la salida del hospital— Quiero disculparme por el otro día.

Me mira seria. Sus cabellos rojos caen sobre su rostro rasguñado, no emite palabra alguna, tan solo me evade y sigue su camino.

— Señorita Steele —una voz masculina nos detien, es un doctor— su informe médico.

Camino hasta la entrada del hospital, sonrío al doctor como saludo y tomo el papel entre mis manos. El hombre desaparece después de despedirse. Leo el informe, no es que es de mi incumbencia, pero la curiosidad de saber por qué estaba aquí me toma por completo, obligandome a obtener información de alguna manera, y al parecer, leer esto sería la única forma.

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