El anciano Esrandir no parecía ser capaz de recorrer las tierras de todas las tribus con sus desgastadas piernas, por lo que las chicas, en agradecimiento por su arco y por aceptar la tarea de unir a los elfos en un único ejército para proteger la tierra, le dieron un último presente junto al fragmento del cristal: sus monturas. Al fin y al cabo, ellas aún eran jóvenes y podían afrontar el viaje a pie, pero las piernas del sacerdote habían visto mejores días, flaqueaban y podían fallarle de un momento a otro. El único impedimento que veían era que su camino a pie demoraría su llegada al siguiente cristal.
Tras despedirse de los elfos, Iria y Lyris dejaron atrás el bosque poniendo rumbo al norte, en dirección a la cordillera de Reim. Desde el principio del viaje Lyris se percató de que su amiga estaba más preocupada de la cuenta. Supuso que se trataría por la destrucción del cristal de tierra, pues el paisaje más allá del bosque ya empezaba a perder su energía vital. Los llanos por los que pasaban habían perdido su característico tono verdoso y empezaba a oscurecerse y volverse marrón, como si las plantas se estuvieran pudriendo, al igual que había pasado con el bosque. La tierra moría lentamente pero la podredumbre se extendía con una velocidad preocupante. Habían noches en las que la hierba a su alrededor todavía estaba intacta, pero al día siguiente amanecía sin vida o a punto de morir. Y la preocupación de Iria iba en aumento conforme pasaban los días y se acercaban a su destino.
-Esta vez llegaremos a tiempo y evitaremos que destruyan el cristal del aire-trataba de convencerla Lyris en un vano intento de devolverle el ánimo-. Llegaremos a la cordillera de Reim, encontraremos el templo antes que ellos y salvaremos el cristal con la ayuda de los monjes esos.
Y a pesar de sus palabras, la única respuesta que recibía por parte de la sacerdotisa era una pequeña sonrisa desganada. Aquello significaba que estaba agradecida por el intento de animarla pero no era suficiente para borrar sus preocupaciones de la mente. Parecía que no estaba del todo convencida con poder cumplir su misión. Y Lyris, en el fondo, la comprendía. Ella también dudaba de sus propias palabras en numerosas ocasiones, a pesar de que hablaba con seguridad. "Hasta que no se corra la voz de lo que está pasando estaremos solas contra ellos. Y si algún día tenemos la desgracia de encontrarnos con esos bichos ni siquiera el arco de Esrandir podrá salvarnos".
Era en esos momentos de flaqueza en los que maldecía en su interior a la madre sacerdotisa por abandonar a su suerte a Iria, encargándole a una mujer que no era más que una chiquilla una responsabilidad demasiado grande para ella. "Aunque tampoco tenía mucha más elección. La muerte llamaba a las puertas de aquel templo, iban a matarla de todas formas". Pero, ¿por qué solo ella? Se preguntaba eso muchas veces. ¿Qué tenía Iria de especial? Parecía ser como cualquiera de las demás sacerdotisas que murieron entre esas paredes. Si hubiese ido acompañada a lo mejor ahora no estaría sola.
Pero no lo estaba. Le prometió que jamás estaría sola, que no la abandonaría hasta haber visto el final del viaje, y se encargaría de cumplir aquella promesa incluso si el precio a pagar era su propia vida.
-Sabes que siempre estaré aquí, ¿verdad?-preguntó algo desanimada una noche, al ver que Iria comía cada vez menos en las habituales paradas para descansar y recuperar fuerzas. La sacerdotisa se había negado a cenar aquella noche tras preparar la hoguera, y no era la primera vez que hacía eso.
Aquella noche la luna y las estrellas brillaban con fuerza en el oscuro manto de la noche, sin una sola nube que tapara el firmamento y le impidiera contemplar a las dos chicas sentadas alrededor de la hoguera en silencio. Un silencio absoluto rodeaba a las jóvenes en la noche calmada, solo interrumpido por el crepitar de las ramas sucumbiendo a las llamas de la hoguera. Y la soledad se sentía más profunda.
ESTÁS LEYENDO
Iria
FantasyCuentan que cientos de años atrás la diosa Gaia derrotó a las fuerzas del mal y las exilió al más allá. Desde entonces el palacio donde se disputó la batalla definitiva se ha convertido en un templo para su culto, donde hijas de monarcas y mujeres d...