Capítulo 8: Naturaleza muerta

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Quizá solo fuese un sueño, quizá aquella visión no significaba nada, quizá sus temores, su miedo por el futuro y su preocupación por lo que pudiera ocurrir le habían jugado una mala pasada a su subconsciente y aquello no fuese más que una simple pesadilla creada por preocuparse en exceso. No había parado de pensar en la carta de la madre superiora y en la empresa que tenía que llevar a cabo para salvar el mundo, por eso había tomado aquel sueño como si se tratara de una visión. Y eso era lo que quería creer Iria, tratando de convencerse a sí misma de que lo que había visto la noche anterior no era real, que solo lo había soñado, intentando apartar el recuerdo atroz del asedio de su cabeza. Lyris, por su parte, tenía otros pensamientos en mente. Ella dudaba por completo que su amiga hubiese tenido una visión, no la veía capaz de prever el futuro o ver el presente en un lugar más allá de donde alcanzase su vista. Su preocupación era más por ser aceptadas por los elfos y poder entrar en su territorio.

-¿Estás segura de que no tendremos problemas para llegar a ese templo?-preguntaba Lyris insistentemente mientras mantenía el ritmo acelerado de su montura con destino al bosque de los elfos-. Supongamos que ese templo existe y se encuentra justo donde nos estamos dirigiendo, ¿cómo vamos a conseguir que nos dejen llegar hasta él?

-Si estoy en lo cierto no les quedará otra opción-respondió Iria tajante y preocupada a la par.

-¿Y qué piensas decir cuando lleguemos? "Hola, soy la sacerdotisa de Gaia, dejadme paso" y hala, te tendrán que obedecer porque eres la sacerdotisa-hizo una burda imitación sin apartar la vista del camino-. ¡Como si fuesen a hacer caso a un par de crías y a creer lo que digamos!

-Puedo comprender tu falta de fe, a mí también me cuesta asimilar lo que he visto, pero, si ese sueño resulta ser cierto, uno de ellos me reconocerá y sabrá quién soy.

-¿Acaso conoces a los elfos?-preguntó Lyris sorprendida, sin comprender cómo un elfo podría reconocer a Iria sin que se conociesen. Iria negó con la cabeza en silencio y, aunque la amazona no podía mirarla, su silencio fue claramente comprendido-. Ojalá pudiera entender tu forma de pensar, de verdad, se me haría muchísimo más fácil acompañarte en esta locura.

-Sé que todo esto es una locura que ni yo misma consigo entender, pero estoy segura de que algún día lo entenderemos.

-Yo solo entiendo que en cuanto pongamos un pie en el bosque ellos sabrán que hemos entrado y que tendremos suerte de que no nos maten antes de poder dar explicaciones de por qué estamos allanando su territorio. Ni siquiera creo que les importe lo más mínimo qué digamos o que tú seas una sacerdotisa. Te considerarán una renegada y pasará lo mismo que pasó en Kryn-contestó Lyris con un sonoro suspiro.

-Todavía tenemos que descubrir si queda algún elfo con vida-murmuró Iria para sus adentros, su voz enmudecida por el sonido del aire golpeando sus rostros mientras cortaban el viento cabalgando a lomos del caballo.

Dos jornadas de viaje más tarde, gracias a la velocidad del corcel, alcanzaron a ver la linde del bosque al que se dirigieron, pero lo que encontraron no era para nada similar a lo que esperaban ver. Tampoco es que tuviesen grandes expectativas sobre la apariencia del bosque; no esperaban encontrar árboles llenos de hermosas flores que solo necesitasen un cartel que dijera "Aquí viven los elfos" para anunciar que estaban entrando en su reino, con plantas de todos tipos y colores para crear un paisaje fantasioso propio de la imaginación de un niño. Lo que sí esperaban era encontrar los árboles medio deshojados anunciando la llegada del otoño, aunque todavía quedaran un par de semanas para que empezase esa época del año, pero pronto entendieron que no se trataba de la llegada del otoño. Además de la ausencia de follaje en los árboles, sus troncos presentaban una ligera podredumbre y la hierba que cubría el suelo, en las zonas donde aún lo cubría, mostraban un color marrón muy desagradable. Realmente el aspecto era mediocre tirando a lamentable, algo inesperado de una raza que se aseguraba de proteger la naturaleza y que era muy cuidadosa con su territorio. Lyris llegó a pensar que se habían equivocado de camino, que se desorientaron en algún punto del terreno y acabaron en un lugar opuesto al que iban, pero el triste paisaje que se dibujaba ante sus atónitas miradas era el anuncio de algo espantoso, algo que Iria había visto. Si aquel era realmente el reino de los elfos Iria decía la verdad sobre su visión.

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