Una montaña de cosas ya había en el suelo. Alistar, sentado al borde de la cama y callado, miraba a Pat ciertamente molesta. Acción similar con que sacaba sus pertenencias y las arrojaba. Preguntar el motivo, él lo conocía. Su querida novia no simpatizaba mucho con la empleada Candy. ¿Razones? El obvio celo que su padre le provocaba al ser tan cariñoso con aquella. Entonces...
— ¡Aaaaayyyy! — se gritó berrinchudamente; y así empezaron a brincar sobre las ropas una y otra vez, expresándose en cada salto: — ¡La odio! ¡la odio! ¡la odio! — ¿a quién? el chico era bastante inteligente como para preguntarlo o reprenderla al oír: — ¡pero más le odio a él, quien parece haberse olvidado dónde y cómo la conoció!
— Porque ella verdaderamente ha cambiado —, él era testigo de ello y por eso lo hubo sentenciado. Sin embargo...
— ¡Alistar! — un zapatazo recibió. También la indicación de: — ¡Cállate, ¿quieres?!
— Pat, querida, no te encierres.
— ¡No! Lo que voy a hacer... — la agresiva fue acercándose a él amenazantemente, — será abrirte la cabeza si vuelves a decir algo en su defensa.
No obstante, y antes de que lo cumplieran, Alistar, juguetón, la tomó de la cintura para tirarla ¡presto! en la cama, viéndosele en su guapo rostro, al yacer encima de ella, todas las intenciones de bajarle su mal humor. Aunque a él le bajarían más rápido la bragueta de su pantalón, advirtiéndosele conforme le buscaban algo a través de unos calzoncillos:
— Tu papá está en casa
— Sí, pero ten por seguro que no vendrá a molestarme. "Su Candy" va a resultarle más importante y se dedicará a hacer hasta lo imposible para que venga con nosotros.
— ¿Y estás de acuerdo?
— ¿Que venga? – la joven quiso aseveración. Una cabeza se asintió en contestación a la cuestión. Por ende: — ¿La verdad? Me dará igual — se expresó con indiferencia; y con coquetería: — Yo tengo todas las intenciones de divertirme únicamente contigo.
Empero y antes de que la pareja comenzara el ritual de amarse, un llamado a la puerta le detuvo.
La interrupción consiguió se respondiera fuerte y molestamente:
— ¡¿Quién es y qué quieres?!
— Necesito mi maleta —; una que Pat tenía, y quien detrás de la puerta hubo escuchado la voz de Ana. La de la interrumpida sonaría irritada:
— ¡No la tengo yo! Así que, ve y pregúntale a Candy por ella; o mejor... que te vaya a comprar una.
— Pat, por favor, abre la puerta
— No, porque estoy ocupada.
Sabiendo con quién lo estaba, a él se le diría:
— Alistar, Terry y Karen ya se han ido
— ¡Demonios! – se expresó; y con sobresalto el joven hombre se puso de pie, teniéndose que disculpar con la novia quien volvía a mirarlo furiosa: — ¡No tengo cómo regresarme a casa!
— No te preocupes, yo te llevo. ¡No, no! — Pat se enderezó para quedar sentada y desde ahí decir: — Mejor le diré a Candy que lo haga.
— Pat, ¿quién te entiende? — la miraban de manera contrariada; mismo modo con que la cuestionaban: — ¿la soportas o no?
— ¡Por supuesto que no! – se aseguró con firmeza.
— Entonces, ¿por qué últimamente la vienes mencionando?
— Porque tengo un plan.
— ¿Ah sí? ¿y de qué se trata? — quisieron saber poniendo un entrecejo fruncido y unas manos en unas caídas caderas.
— ¿Colaborarás conmigo?
— Depende — fue una vacilación; y por lo mismo contestaron:
— Entonces no te digo
. . .
Habiéndose sentido molesta de la vista, Candy se hubo disculpado con el señor Brighton para encaminarse a su habitación. Ahí se encerró para concentrarse en el solitario lente de contacto. También en ponerse gotas para calmarse la irritación que la ausencia del otro le había causado en los dos. Sin embargo y por los minutos que se negó a pensar, o, mejor dicho, en ilusionarse con el viaje, al estar frente a un espejo se miró fijamente.
Pasados unos instantes, una sonrisa de lado empezó a aparecer en su lindo rostro. Gesto que reflejaba ¿burla? ¿ironía? o... ¿pretensión? ya que detrás de ella unos ojos la hubieron mirado en su camino hasta ahí; inclusive lo hubieron hecho previamente y fue en el momento de haber estado hablando con su patrón.
— Terry Grandchester — Candy lo nombró. Acercó su cara al espejo; y sensual pasaría su lengua por sus delgados y rosados labios, moviéndose éstos conforme decía: — Tú también me gustas. ¡Lástima que...!
La rubia no dijo más porque raudamente giró su cabeza hacia la izquierda. Flanco donde había una ventana y hubo sido golpeada con algo.
Sin moverse, la empleada mantuvo su vista allí. Empero al recordar que su jornada laboral todavía no terminaba, tomó sus improvisadas gafas y volvió a ella, encontrándose en la cocina...
— ¿Qué pasa? — preguntó frente a un gran movimiento.
— La señora ha anunciado llega esta misma noche
— Qué bien – se expresó apagadamente. Más interesada: — ¿Se hará de cenar?
— No. Van a ir a esperarla al aeropuerto y de ahí a la casa de sus padres.
— Las señoritas ya están avisadas — llegó informando otra trabajadora de la casa.
Aquello significaba mucho para todos los empleados. No obstante, y antes de que se hiciera un plan:
— Candy, el Señor Brighton pidió verte.
— ¿Otra vez? — en su interior lo hubo dicho. En cambio, y al exterior: — Gracias. Ahora voy —, preguntándose nuevamente — ¿Qué querrá ahora? —, y era nada menos que su compañía.
— Por el exceso de su equipaje vamos a necesitar los dos carros. Ana vendrá conmigo y tú, ¿puedes hacerte cargo de Pat?
Ésta, parada a un lado de su padre, respondía:
— No tengo problema.
— Yo también puedo manejar — Alistar se apuntó.
— ¡Ah! pero si lo haces... — la celosa novia lo abrazó fuertemente — no podré besarte por el camino —, y frente a los ahí reunidos, incluido el padre, lo hicieron, es decir lo besaron, viéndolos fijamente Candy quien en sí divagaba con profundidad.
Su gesto fue observado por alguien quien le diría:
— Tomaremos el camino hacia el Sur
— ¡¿Por qué?! — se quejó la chica de gafas.
— Porque el camino es más corto
— Sí, pero... yo debo llevar a Alistar a casa
— No te preocupes, Pat, yo... —, el joven hombre recibió tamaño pellizco por parte de su pareja. Y el ¡auch! que él exclamó, despertó completamente a Candy quien diría:
— Sí, sí; no hay problema —, y se giró sobre su eje para volver a la cocina. De ahí a su habitación para cambiar sus ropas por unos cómodos pantalones, sandalias y un suéter.
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Sentencia de amor
FanfictionESTA HISTORIA, COMO LAS ENCONTRADAS EN MI PERFIL, SON DE MI TOTAL AUTORÍA. NO DE DOMINIO PÚBLICO COMO SE ESTIPULA. Aun condenada a vivir atada, ella será librada gracias a los nobles sentimientos de quien cree en su inocencia.