Capítulo 5: Parte 2

254 49 4
                                    

Más hombres que mujeres había en la suite. Y las que se distinguían rápidamente posaron sus ojos en el joven, el cual ¡presto! buscaba su objetivo. Candy, por su parte, estaba atenta de los muros por tener éstos imágenes góticas o el símbolo, en varias representaciones, que llevaba en la espalda.

Divisada una que a ella le gustara, por supuesto Candy allá quiso ir; pero Terry ya la llevaba en otra dirección, habiéndoseles abierto otra puerta, para que por ello ingresaran y a solas quedaran con el anfitrión: un hombre, alto, delgado y de largos y lacios cabellos negros, el cual vestía una túnica del mismo color e igual tono había en la delineación de sus ojos que los hacían lucir mayormente rasgados.

Los labios púrpura que les sonreían, les daban también la bienvenida mientras que una mano los invitaba a sentarse.

Sobre los muchos cojines que yacían en el suelo y era el lecho de aquel interesante ser, la pareja se sentó respondiendo al motivo de estar ahí.

— Creí que...

— Sí —, interrumpieron a Terry; — lo sé, pero quiero escucharlo de ustedes.

— En sí, es mía la petición. Y requiero de tus "poderes" —; al decirlo tan sarcásticamente los ahí presentes sonrieron; — para que nos ayudes a deshacernos de esto — una vez más él apuntaba el visible dispositivo de seguridad.

— Es sencillo — se dijo al problema habiéndose también alzado un hombro; — pero, ¿dónde lo pondrás?

— Pues estaba pensando en ponérselo a mi perro; y que éste lo lleve como collar cuando lo aviente en el Río Este

¿Cabe decir que característico en Terry seguía siendo sardónico? Pues sí, lo era; y por lo mismo conseguía se le dijera:

— Te saldrá caro el chistecito — lógicamente se refirieron a la burla que pretendía hacerle al gobierno.

— Un auto, una bicicleta y... cuatro mil dólares ¿no serán suficientes?

— ¿No vas a necesitarlos para escapar?

— Si me ayudas con esto, Boro, ¡feliz me iría a pie hasta la Conchinchina!

— Valiente noviecito te conseguiste, mujer. ¿Cuánto te falta por saldar tu pena?

— Tres años.

— Un buen todavía.

— Por eso me urge esto para hoy — dijo Terry.

— Sin embargo... — hablaba el visitado — tendría que mover otra cosa; y eso te costaría más.

— ¿Qué es?

— Al quitar eso, también tenemos que desaparecer el expediente de ella en el sistema y en el penal. ¿Hiciste amistades allá? — le preguntaron a Candy quien sería honesta el decir...

— No, al contrario.

— ¿Ni tampoco entre las internas? — quiso saber el novio; y por haber sido él el indagador, se le diría:

— Sí, pero no quisiera involucrarlas; ya tengo suficiente con que tú estés metiendo las manos en esto.

— ¿Tú dónde las metiste para que fueras a la cárcel?

— Asalto a casa habitación; pero antes... maté en defensa propia — en un intento de violación, cuando en una noche oscura caminaba por uno de los muchos callejones del suburbio por donde vivía.

— Bien — dijo el mentado Boro Hacu. También... — Tengo esta proposición para sacarte de tu problema y que él ni siquiera salga salpicado. Escúchalo y después respondes.

Sentencia de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora