Por una vereda boscosa se veían por delante: dos seres de una misma estatura y otro de más altura atrás de ellos; pero los tres iban portando jeans, chaquetas, botas, gorras y, cargaban cada uno su respectiva mochila. Días llevaban atravesando el lugar para llegar a otro. Ese que desde la cima de una veraniega colina se divisaría: un muy peculiar pueblo suizo con su impresionante capilla, establecido a las orillas de un ancho lago rodeado de montañas.
El angosto camino empedrado por el que descenderían estaba cercado con naturales maderos redondos, los cuales indicaban los límites entre una propiedad y otra y las calles de ese pintoresco condado.
Por esas, los habitantes observaban a los fuereños viajeros, siendo el mayor de ellos quien, después de quitar sus gafas oscuras, preguntara por la ubicación del hotel del pueblo visitado.
Un hombre robusto de tupida y blanca barba, sosteniendo los tirantes de su pantalón, y en su boca un grueso puro, contestaba:
— Está justamente detrás de la capilla y a metros del mercado pesquero.
— Muchas gracias, buen hombre — apreció uno de los tres: una simpática personita de doce años de edad muy idéntica a la otra que, seria y con la información dada, ya había retomado sus pasos.
De la humanidad adulta se obtuvo una amigable sonrisa; siguiendo en silencio al que los guiaba, y que una vez llegaran al final de ese camino los haría detener para señalar conforme decía demandantemente:
— Tomemos la derecha
— No — contestó el que se ponía a su costado derecho para optar por: — la izquierda.
Sin embargo, el que estaba a cargo de ellos diría:
— Creo que mejor esperamos esa carreta —; transporte que se giraron a ver al escucharse el ruido de sus ruedas a sus espaldas y que hubo sido el tramo recorrido.
El destartalado vehículo con su caballo gordo debido a su hermoso pelaje negro haría que se sugiriera:
— Mejor pidámosle nos rente su animal.
— Sí, porque en eso no tardaremos de bajar en cuanto intentemos subirnos.
— Siendo así, preguntemos cuál es el camino más corto hasta el hotel.
— Les he dicho que el de la derecha — se replicó biliosamente; en cambio el que siempre llevaba la contraria diría:
— No, es el de la izquierda
Y en cuestión de nada se enfrascarían, cara a cara, en una pelea:
— ¡Derecha!
— ¡Izquierda!
— ¡Derecha! — se dijo molesto y empujando un cuerpo. Por supuesto el otro vacilador no se dejaría y haría lo mismo al combinar:
— ¡Izquierda!
— Ya basta, chicos; y aguarden a escuchar lo que se nos diga —. Soltando cada uno el último manotazo de muchos que surtieron, ambos prestaron atención al saludo: — Buen día, caballero.
El carretero, el cual se hubo detenido al tener el paso bloqueado, lo aprovechó para acomodarse su boina de color café y contestar:
— Sí, buen día.
— ¿Puede ayudarnos al decirnos cuál es el camino más corto para llegar al mercado pesquero?
— En sí, los dos; pero en uno tendrá que pagar cuota de paso por ser propiedad de los Sutermeister.
— ¿Y cuál es ese? — uno de los dos menores quiso saberlo.
— Hacia allá — se apuntó el norte. Y lógico, el perdedor recibió un puñetazo del burlón ganador.
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Sentencia de amor
FanfictionESTA HISTORIA, COMO LAS ENCONTRADAS EN MI PERFIL, SON DE MI TOTAL AUTORÍA. NO DE DOMINIO PÚBLICO COMO SE ESTIPULA. Aun condenada a vivir atada, ella será librada gracias a los nobles sentimientos de quien cree en su inocencia.