capítulo cinco

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El profesor Slughorn informa de que ya se ha acabado la clase y todos los alumnos, menos Draco y yo, van desfilando hacia el pasadizo. Nosotros vamos hacia la mesa del docente.

—Como ya les he dicho antes, se tendrán que quedar durante la siguiente hora en esta mazmorra repasando para Pociones —nos dice Slughorn en cuanto estamos delante de él—. Al terminarse el tiempo vendré para ver que tal les ha ido. Quiero que lo dejen todo como se lo han encontrado. Por cierto, estaría bien que empezasen con algo relativamente fácil.

El rubio y yo asentimos y guardamos silencio hasta que el profesor ha traspasado el umbral de la puerta. Entonces Draco se decide a hablar:

—Coge un caldero y el libro 'Filtros y pociones mágicas'. Haremos la cura para forúnculos, vamos a empezar por algo fácil como ha dicho Slughorn.

Yo le obedezco mientras él se sienta en la mesa del profesor con los pies encima de ella. Está claro que él quiere tomar el mando pero no se lo pondré tan fácil, amo ser yo quien controle la situación.

Busco rápidamente la receta de la poción que me ha dicho en el libro y con la varita hago aparecer un fuego controlado encima de su mesa, él aparta sus pies bruscamente debido al peligro.

—Vigila con lo que haces, Bennett... —me advierte él—. Ya te lo dije una vez y me está costando mucho darte una segunda oportunidad.

Yo río y pongo el caldero encima del fuego mientras empiezo a picar los colmillos de serpiente en el mortero.

—Podrías llamarme ____, ¿no crees? —le pregunto sin vergüenza alguna—. Que me llames por el apellido da la sensación de lejanía.

Él me escruta con sus ojos grises como si se preguntara si lo que le estoy diciendo va en serio o no y pasa un rato que a mí me parece interminable en silencio. Finalmente, decide levantarse y rodear la mesa aún sin decir nada con la mirada fija en los colmillos que estoy machacando.

Se pone detrás de mí, tan cerca que puedo percibir el olor de su perfume y su leve respiración en mi nuca. Coloca sus brazos a ambos lados de mi cuerpo, coge mis manos con las suyas por el dorso y me indica como tengo que picar los colmillos, el contacto de su fría piel con la mía hace que se me pongan los pelos de punta. Su agarre es firme, sus manos conducen las mías y hace que se muevan con desenvoltura y seguridad pero con mucha finura. Espero que no esté notando como me tiemblan.

Me concentro en nuestro contacto corporal, su pecho se apoya levemente en mi espalda y su cabeza está a punto de sostenerse con mi hombro. Sé que me está hablando pero no logro prestarle la atención que debería, cada célula de mi cuerpo parece estar revolucionada.

—Por eso es importante que estés centrada y que aprietes con fuerza —dice él cerca de mi oreja dando por terminada su explicación— ¿Lo entiendes, ____?

Mi nombre salido de sus labios es como poesía para mis oídos. Giro la cabeza para poder mirarle a los ojos que, durante un instante, tienen un destello de dulzura y no tengo otro remedio que decirle la verdad, que no he entendido nada.

Él se aparta de mí casi ofendido por no haber estado atenta. Al segundo sin tenerlo cerca echo de menos su olor y el contacto de su piel con la mía y me doy cuenta que tenerlo cerca me hacía sentir segura y arropada.

Draco rehace sus pasos hasta estar detrás de la mesa otra vez y apoya sus manos en ella sin sentarse en la silla, de tal manera que nuestras caras quedan a la misma altura. Su mirada ha dejado la dulzura y ahora me mira con reprobación, sus facciones se han vuelto duras en un instante y me siento muy pequeña a su lado.

—Bennett, ¿cómo quieres avanzar en la materia si ni siquiera me escuchas? —me reprocha él duramente—. Porque estoy seguro de que el problema no es del profesor.

Me armo de seguridad y le contesto sin que me tiemble la voz:

—Más te vale no hablarme así. Puedes intimidar a todo el mundo pero yo no soy tan floja, Draco.

Parece que al decir su nombre se calme un poco. Expira de forma agresiva pero no me ataca de nuevo, solo me da indicaciones de como seguir con la poción. Sinceramente, lo agradezco.

Al cabo de una larga media hora donde solo hemos compartido las palabras justas y necesarias, acabo la poción. Estoy casi segura de que es la mejor que he hecho en mi vida, no puedo quejarme del profesor por muy antipático que se ponga cuando quiere.

Se abre la puerta y de detrás de ella aparece Slughorn, así que supongo que ya habrá acabado la hora. El profesor se acerca a nosotros y examina mi poción.

—Es una cura para forúnculos, ¿no? —pregunta, y Draco y yo asentimos—. Está bastante bien hecha, les felicito. Quiero volver a verles este jueves a última hora, tengan un buen día.

Draco y yo le deseamos lo mismo y salimos de la mazmorra. Quiero decirle algo pero él se aleja por el corredor sin dejarme siquiera abrir la boca.

Miradas [Draco Malfoy]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora