capítulo dieciocho

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Draco se levanta de la hamaca y va hacia uno de los sofás, yo lo sigo y me siento a su lado. Le dedico una sonrisa pero él no me la devuelve. Su expresión es glacial, creo que no quiere mostrar sus emociones. Yo le cojo una mano y la acaricio con ternura, ahora tengo el control.

—Eres la única chica que consigue ponerme nervioso, ¿cómo lo haces? —dice él con frustración.

Esta afirmación me sorprende. Draco es conocido por tener relaciones esporádicas y nada serias con chicas, no por ponerse nervioso cuando una le suelta el famoso "tenemos que hablar".

—Jacob me pidió que fuera con él al baile —empiezo, y su expresión se convierte en miedo de forma casi imperceptible, sigue queriendo contener sus emociones pero soy capaz de notarlas—. Supongo que lo más sensato sería ir con él y tener una noche tranquila, pero mi vida ya ha tenido suficiente tranquilidad. Ahora quiero movimiento, dragón.

Esas últimas palabras hacen que una sombra de sonrisa aparezca en su rostro y noto como algo de calma se instala en él.

—Así me gusta, águila —dice él—. Pero dime, ¿finalmente, irás con ese Ravenclaw al baile?

Sus palabras adquieren un tono despectivo que me molesta levemente. Creo que está celoso, los de Slytherin son conocidos por ser un poco posesivos y ahora mismo el rubio lo está demostrando.

Yo niego con la cabeza y me pregunta con quién iré, habla fríamente. En cambio, yo esbozo una sincera sonrisa y le respondo:

—Draco Lucius Malfoy, sería todo un placer ir al baile de Navidad contigo.

Su cara cambia de expresión rápidamente y una sonrisa triunfal hace acto de presencia, parece estar realmente orgulloso y feliz. Sus grises ojos adquieren ese brillo especial al que ya estoy vagamente acostumbrada, pues se está volviendo normal que aparezca cuando estamos juntos.

Draco se pega más a mí y con una mano acaricia mi muslo y la otra la entrelaza con la mía. Nos quedamos así durante un rato, mirándonos a los ojos, olvidando todo el mundo por unos instantes.

Al cabo de poco, el de Slytherin me pregunta por qué he cambiado de opinión y yo le cuento toda la historia de mi patronus. A medida que voy relatando lo que pasó, su expresión va cambiando: cada vez sonríe más y su rostro parece iluminarse.

—¿Un dragón? —pregunta él cuando acabo mi relato—. ¿Cómo puede ser? Es decir, normal que tu patronus tenga esa forma, solo hay que verme, pero no deja de ser algo realmente curioso, ¿no crees?

Yo sonrío y asiento con la cabeza, me apasiona ver a Draco de tan buen humor y siendo tan él mismo. Estudio todos sus movimientos: las comisuras de sus labios suben para formar una sincera sonrisa, se toca el pelo y se lo peina con las manos, se coloca bien la corbata y se quita la túnica alegando que tiene calor, dejando al descubierto una camisa blanca impecable. Todo él es un misterio por resolver, cada gesto está perfectamente pensado y no hace nada en vano.

De pronto, mientras yo sigo ensimismada con sus movimientos, Draco se levanta del sofá y me indica con un gesto que yo haga lo mismo y, como siempre, lo hago.

Él coge una bola del árbol de Navidad y la toca con su varita. La bola empieza a emitir una preciosa música y eso hace que me quede boquiabierta, este chico es una caja de sorpresas.

—No vamos vestidos para la ocasión pero da igual —dice Draco con una sonrisa— ¿____, me concedes este baile?

—Claro que sí —le respondo y él me tiende la mano, se la acepto y le hago una pequeña reverencia.

Él pone la otra mano en mi cintura y yo pongo la mía en su hombro. Una romántica canción resuena por toda la estancia y yo apoyo mi cabeza en el pecho de Draco.

Poco a poco, la canción va aumentando el ritmo y el rubio y yo la seguimos. En cuestión de minutos, estamos bailando como nunca, nos dejamos llevar por la música sin vergüenza alguna.

Cuando la canción llega a su punto más álgido, Draco me coge de la cintura y me levanta. Quedo suspendida en el aire, con el único punto de apoyo en las manos del de Slytherin. En cuanto noto que sus brazos desfallecen un poco, enrosco mis piernas a su cintura, de manera que nuestras caras quedan a centímetros. Nos miramos y prácticamente saltan chispas, él me da un fogoso beso y susurra a mi oído:

—Te quiero siempre, ____, no solo a veces.

Miles de mariposas parecen revolotear en mi estómago y sus palabras calan en mi interior.

Una vez más, Draco echa gasolina al fuego que arde en mi interior.

Miradas [Draco Malfoy]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora