Said the Joker to the Thief

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Tenían derecho a hacer una llamada, así que la hicieron.

Tal y cómo estaban las cosas sólo había una forma de conseguir el dinero a tiempo, y si para ello tenía que asumir la responsabilidad de lo sucedido y afrontar las consecuencias, a Grantaire no podía importarle menos.

Tenía el número privado del Fiscal para emergencias, pero era una línea restringida a la que sólo podía llamar desde su teléfono. Sí, el mismo que había ahogado en tequila como el imbécil que era. Había tenido que llamar a su oficina en Washington, pero el recepcionista le había dado largas. Cuando uno trabaja en una institución gubernamental y recibe la llamada de un sujeto que exige hablar directamente con la máxima autoridad, a menudo tiende a desconfiar.

Inepto relamido. Grantaire estuvo gritándole que era cuestión de vida o muerte hasta que lo obligaron a colgar. Después lo intentaron Cosette, Combeferre y Jehan, todos con iguales resultados salvo por la paciencia en clara tendencia decreciente del recepcionista, que acabó perdiendo los nervios:

―Por supuesto, compi, en seguida se pone. El Presidente también ha sido informado y se dirige hacia aquí en el Air Force One, llegará en cualquier momento... oh, sí, aquí viene. Le pongo en espera.

¡Clang!

Jehan se quedó mirando el auricular y después colgó.

―No creo que fuera el Presidente.

Courfeyrac usó su llamada para contactar con un abogado, un antiguo compañero de piso que había accedido a tomar el primer vuelo desde Los Ángeles. De los seis, únicamente Éponine había reservado su llamada. Había pedido hablar en privado.

―Pon las noticias ―dijo cuando oyó que descolgaban.

―Lo he visto, chérie, parece que eres famosa. Te sienta bien ese vestido... Aunque te pierden las malas compañías.

―Corta el rollo, Parnasse, no tengo tiempo para tus chorradas. Sé que estabas en el casino y sé que lo del juez es cosa vuestra.

Éponine oyó que su interlocutor se echaba a reír.

―Venga, amor, tú conoces el negocio. Hacíamos buenos tratos con el viejo. ¿Por qué matar a la gallina de los huevos de oro?

―Estás mintiendo.

―Puede ser. Y también puede que haya un montón de polis oyendo lo que decimos, aunque no te creo capaz de rebajarte tanto. Y a propósito de eso, ¿te estás tirando a alguno de esos perdedores?

―Que te follen. Si estamos jodidos, tú también.

―Porque sería divertido que fuera el que tengo en mi sótano. Sería para partirse de risa.

―Mira, capullo, no sé nada de ese tío, pero si le haces algún daño...

―¿Qué harás? ¿Se lo dirás a mamaíta? Adelante, hazlo, dile que he perdido su dinero. Dile que eres tú quien lo tiene y dile de paso que tengo a uno de tus cómplices, y ya veremos lo que pasa con él. Por lo menos, conmigo tiene alguna posibilidad de no acabar convertido en una mancha en el suelo. ¿Te acuerdas de Bob?

Éponine tuvo que contenerse para no aporrear la pared. No serviría de nada dejarse llevar por la frustración, así que respiró.

―Necesitamos más tiempo ―dijo después.

―Tenéis hasta las diez de mañana, tal y como acordamos.

―¡Estamos encerrados, imbécil!

―Entonces lo tenéis crudo, ¿no? Casi no merece la pena esperar para cargarme al rubito.

―Cabrón...

God's Gonna Cut You Down | Les Miserables Humor/Road Trip AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora