Bad Company

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Just a small town girl

living in a lonely world
She took the midnight train
going anywhere

La vieja canción sonaba en el interior del Hummer mientras el desierto iba quedando atrás. Visto a través de las polvorientas ventanillas, con el resplandor del sol entrecortado por los postes eléctricos que bordeaban la carretera, el paisaje se asemejaba a una sucesión de parpadeantes fotogramas.

Con ojos apagados, Grantaire veía el horizonte que se desplazaba en la lejanía. Al otro lado del asiento trasero, separada de él por la amenazadora presencia de Claquesous, Éponine se sentaba con la cabeza echada hacia atrás sobre el respaldo y miraba el techo con aire aburrido mientras el viento le revolvía el cabello. Parecía tranquila, pero todo el mundo lo parece cuando las cosas simplemente han dejado de importarle. Grantaire estaba familiarizado con la sensación, aunque se soportaba mejor con un par de tragos.

Just a city boy
born and raised in South Detroit
He took the midnight train
going anywhere

No es que se hubiera rendido inmediatamente. Durante un rato había estado sopesando sus posibilidades, pero estas eran limitadas y altamente susceptibles de acabar de forma desagradable. El viejo truco de estrellar el coche, por ejemplo, presentaba una serie de inconvenientes porque (uno) sus tres anfitriones llevaban puesto el cinturón, y (dos) estrellar aquel coche contra un poste eléctrico sería como intentar detener un tanque usando palitos de helado.

Hacerse con alguna de sus armas y montar un buen follón (otro clásico) sería más sencillo si no le hubiesen atado las manos a la espalda con una brida. No es que pudiera quejarse, sobre todo considerando que ciertos gremios valoran positivamente un maletero amplio entre las prestaciones de un vehículo, aunque todo apuntaba a que acabaría allí de una u otra forma, posiblemente en forma de cadáver. Combeferre lo había dicho: era el karma. Era lo que uno se buscaba por asociarse con gente que de verdad creía que una mala acción en un mundo malo puede hacer del mundo un lugar menos malo. Una especie de doble negación.

Some will win, some will lose
Some were born to sing the blues
Oh, the movie never ends
It goes on and on and on and on...

Y lo que más le jodía de todo aquel asunto era que ya nunca podría decirle "¡Te lo dije!". Nunca podría echarle en cara (otra vez) lo de las Fiji. Nunca llegaría a saber si su plan había funcionado aunque fuera a medias y si por lo menos Enjolras salía de aquella. Ni siquiera tenía garantías de que siguiera con vida, y aquella idea lo estaba devorando.

Miró a Montparnasse, que viajaba de copiloto sin dejar de espiar a Éponine por el retrovisor. Otro infeliz hundido en el barro por culpa de unos ojos bonitos. En el fondo, debía saber que era demasiado buena para él.

―¿Y tú qué coño miras? ―espetó a Grantaire cuando lo descubrió mirándolo.

A uno todavía más imbécil que yo, tuvo ganas de contestarle, pero supo que, si lo hacía, no tardaría mucho en desear no haberlo hecho. Siempre cabía la posibilidad de que fuera un perro ladrador y en realidad no tuviera huevos para matarle, pero provocarlo delante de la chica a la que él quería impresionar no parecía lo más sensato el mundo.

No, se dijo, todavía no. Tenían que darles un poco más de tiempo.

―Eh, mocosa, ¿cuánto falta? ―volvió a preguntar Babet.

―No mucho ―dijo Éponine sin mirar la carretera.

Babet y Claquesous intercambiaron una mirada desconfiada por el retrovisor, pero ninguno dijo nada.

Don't stop believin'...

xxx

Hold on to the feelin'
Streetlights, people

God's Gonna Cut You Down | Les Miserables Humor/Road Trip AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora