Armed and Dangerous

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Un letrero de neón con las palabras "No vacancy" parpadeaba junto a la carretera. Los faros de un camión al pasar iluminaron otro cartel donde, en letras descoloridas por el sol, se leía la siguiente afirmación optimista: Motel Paradise.

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Claro que la definición de paraíso sólo depende de lo altas que uno tenga las expectativas. Cuando lo único que anhelas es una ducha caliente y un poco de tranquilidad, aquel lugar... pues seguía siendo un asco.

En el pequeño cuarto de baño se oía correr el agua mientras Éponine desenredaba su pelo mojado frente al espejo. En la superficie empañada apenas distinguía un vago contorno de sí misma, pero Éponine no era de las que se miran al espejo constantemente. Estaba por encima de esas cosas, le gustaba pensar. Lo cierto era que no le gustaba lo que veía. La persona que le devolvía la mirada desde su reflejo no era la mujer fuerte y hecha a sí misma que creía ser. Su vida era un desastre, y la única cosa a la que solía aferrarse (él, y la seguridad de que él era lo que quería) también se había desmoronado...

―Se está acabando el agua caliente ―dijo Cosette desde el otro lado de la cortina de plástico―. Jolín, y no me he lavado el pelo.

...porque eran las chicas como Cosette -las chicas preciosas que decían "jolín" en lugar de "joder"- las que se casaban con el chico y vivían felices para siempre.

Éponine notó que llevaba un buen rato mirando el anillo que estaba en el borde del lavabo. Era una temeridad dejarlo allí a merced de que un accidente lo tirara por el desagüe.

―Ay ―suspiró Cosette, soñadora―, qué aventura estamos viviendo, ¿eh? ¿A que esta mañana no te imaginabas que acabaríamos en un sitio así?

―Esta mañana ya estábamos metidas en este lío ―le recordó Éponine.

―Y los chicos son interesantes, no es la clase de gente que se conoce todos los días. Courf es muy simpático.

―Ah, ¿ya es Courf? ―dijo Éponine con más acritud de la que había pretendido.

No debería molestarle tanto. Si Cosette había decidido abandonar el luto y quería celebrarlo enrollándose con ese creído más tonto que un palo, bien por ella. Una buena amiga se alegraría..., ¿verdad?

―¿Me pasas el champú?

―No hay champú ―dijo Éponine.

―¿Que no hay? ¿Es que no has comprado?

―Se me olvidó. Podrías haberlo hecho tú si no hubieras estado ocupada robando esas gafas...

―¿A que son ideales?

―...y los vaqueros, y el colorete...

―Oh, vamos, ¿cuánto puede costar todo? ¿Veinte dólares?

―Ya. ¿Cuánto cuestan los zapatos que llevabas en el casino?

De la ducha salió un murmullo ininteligible.

―¿Qué?

―Tres mil dólares ―repitió Cosette en tono lastimero―. Pero es que son tan bonitos...

Éponine suspiró. Las rupturas amorosas siempre trastornan a las personas: a unas les da por comer helado y a otras por robar en boutiques de lujo. Bien mirado, el verdadero crimen era que unos zapatos pudieran costar tres mil dólares.

―En serio, Cosette, tienes que controlarte. La policía nos busca por asesinato. ¿Quieres que nos detengan por robar unos vaqueros?

―Tienes razón, no lo volveré a hacer ―mintió Cosette, probablemente a sí misma―. Bueno, si no hay champú, ¿qué hay?

God's Gonna Cut You Down | Les Miserables Humor/Road Trip AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora