Tras lavarse la cara a conciencia, Sashev se libra por fin del ardor en los ojos que le había dejado el conejo alado. Pero a pesar de eso la experiencia ha sido de lo más informativa. Aún arrodillado, saca su cuaderno de notas del bolsillo, donde anota todo lo que ha podido observar del animal. Hace incluso un pequeño boceto que llevará a Monlí para que ilustre su nuevo bestiario. Lástima que no pudo conseguir algo de pelo para averiguar los parientes del extraño conejo. Guarda el cuaderno y, de repente, oye un chapoteo. Del sobresalto cae de culo al suelo, momento en el que salta delante de él una enorme rana. Sashev respira aliviado antes de acercarse a la criatura. Es azulada y en el dorso tiene líneas blanquecinas, que sospecha son camuflaje para el agua. Los ojos, sin embargo, son dorados y se mueven en direcciones diferentes. Un poco perturbador.
Le da un toque con un dedo en la cabeza. Al ver que la rana ni se inmuta y tampoco le pasa nada a él, saca de nuevo su cuaderno y empieza a dibujarla. Se centra tanto en su tarea que no se da cuenta de que el animalito se ha subido a su hombro hasta que nota su lengua pegajosa en la mejilla. Deja caer el cuaderno antes de apartar a la rana de un manotazo. Sin embargo, la criatura no se altera y vuelve a saltar a su hombro para seguir lamiéndole la mejilla. Un tanto asqueado pero tranquilo al ver que la saliva tampoco era venenosa, toma su cuaderno y se levanta. Parece ser que ha encontrado una compañera de viaje.
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