Día 16: Libertad

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Dos figuras encapuchadas se adentran en la oscuridad, una con un mandoble desenvainado y otra con un arco listo para disparar. Avanzan lenta y cuidadosamente entre la maleza, atentas a cualquier ruido extraño en la noche. Por fin, la vegetación empieza a clarearse y llegan a la orilla del mar. Allí, como les habían prometido, había una barca y una bolsa con provisiones. El arquero se gira hacia su compañero, e incluso a la luz de la luna su sonrisa es radiante y cálida:

- ¡Lo conseguimos, Will! ¡Vamos a ser libres!

- Lo conseguimos, Albaion - responde dulcemente antes de inclinarse y besarlo.

Albaion entonces empieza a trotar hacia el agua. Y ese es su error.

Una bola de fuego impacta a sus pies y la onda expansiva lo lanza hacia atrás y lo deja sin aliento. Tras él, Willhelm responde con otra bola de fuego mientras se acerca corriendo a su compañero.

- Albaion, ¿estás bien?

- Me falta un poco el aliento... pero creo que podré darles una lección a esos cabrones - resopla fieramente al tiempo que toma su arco para disparar.

Willhelm sonríe y se lanza a por sus atacantes. Las flechas silban tras él, pero está tranquilo. Albaion nunca ha fallado. Se topa con el primer enemigo y le asesta un golpe que lo tumba, momento que aprovecha para clavarle la espada en el corazón. Es un altmer, bastante joven todavía, ataviado con ropajes Thalmor. Como sospechaba.

Los elfos intentan ralentizar su acometida lanzándole virotes de hielo, en vano, pues Willhelm no siente el frío. Acaba con ellos uno a uno mientras siguen silbando flechas a su alrededor, acabando con los más persistentes.

Consiguen matarlos a todos, pero no cantan victoria. Podrían ser una avanzadilla, o un grupo de guardia, y no quieren quedarse a comprobarlo. Willhelm vuelve corriendo a la barca mientras Albaion la empuja mar adentro. Suben ambos y empiezan a remar y no paran hasta perder de vista la costa. Por fin se sienten a salvo. Sin poder evitarlo, Willhelm abraza a Albaion con fuerza, y su compañero responde besándolo por toda la cara. Al separarse, ambos tienen sendas sonrisas en la cara.

- Somos libres, Will.

- Por fin.

- De aquí a Solstheim, y después a Roscrea.

- Espero que te guste la casa que he conseguido.

- Por supuesto que sí, cariñito mío.

- Idiota.

Los dos se echan a reír y se tumban en la barca a mirar las estrellas. Jamás les habían resultado tan hermosas.

De repente, Albaion se levanta:

- ¡Mierda, las provisiones!

Rolvember 2018Where stories live. Discover now