Arass Rayonegro vuelve a soñar. Sueña con el pasillo, con la luz, con la runa. Sueña como lleve semanas soñando, como lleva soñando desde que empezó su búsqueda. Pero esta vez es diferente. Esta vez, camina por el pasillo. Esta vez, las luces le acarician el rostro. Esta vez, la runa hace de guía. Y así, tras caminar durante horas sin que parezca que se mueve, llega a una habitación. Ahí, se reúnen figuras enmascaradas que, tomadas de las manos, bailan. Bailan al son de cánticos en varios círculos que se entrelazan como un caleidoscopio. Arass avanza entre los bailarines hacia el centro. Los cánticos suben de intensidad y volumen hasta que siente su propio cuerpo vibrar. Por fin, llega a su destino y un rayo de luz cae, inundando la habitación hasta cegarlo.
Arass despierta de nuevo y se rasca la picazón de la runa. Después, sonríe. Se está acercando.
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