30: Hey Juliet

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Jughead se removía incómodo contra la cama, y empezaba a murmurar cosas sin sentido.

— No, no, tú no. —murmuró retorciéndose, causando preocupación en Betty.

— Jug, Juggie, despierta. —pidió la rubia moviéndolo suavemente para que él despertará de su pesadilla.

— ¡Betty! —Jughead despertó con la respiración acelerada y el sudor resbalando por su frente. Abrió los ojos y observó a la rubia quien lo miraba sonriente.

— Tuviste una pesadilla, Juggie. —dijo Betty acariciando su mejilla. — Estás bien.

— Tú... Tú moriste. —balbuceó Jughead. — Betty, te desángraste en mis brazos. Ya no estás viva.

— Me maté porque no quería seguir sufriendo más. —dijo la rubia. — Y te pido perdón por dejarte solo, pero tú podrás sin mí. Tú eres fuerte.

— No te vayas, te necesito a mi lado. —Jughead suplicó. — Quédate.

— Esta vez no me puedo quedar, Juggie. —Betty sollozó y luego le sonrió. — Tengo que irme, mi vida a concluido.

— No me dejes, no soporto estar sin ti. —el castaño la tomó de la mano. — No quiero despertar porque sé que cuando abra los ojos tú ya no vas a estar aquí.

— Siempre estaré contigo, Juggie. —Betty sonrió. — Te cuidaré desde donde esté hasta que sea hora de venir por ti.

— Betty...

— Te amo, Jughead Jones. —susurró ella con una sonrisa y pronto se perdió entre las luces del pasillo.

Entonces Jughead despertó, en verdad despertó. Con el corazón latiéndole con fuerza y las lágrimas asomándose por sus ojos. Se recostó contra la cabecera asimilando lo que acababa de pasar y cerró los ojos recordando un momento a su hermoso ángel de cabellos dorados.

Él la extrañaba más cada día que pasaba y eso que ya habían pasado diez años desde que el amor de su vida se había suicidado.

Tienes que ser fuerte.

Se repetía cada vez que sentía ganas de llorar, él la extrañaba mucho y necesitaba sacar su dolor de alguna u otra forma. Suspiró con pesar, viendo el retrato de una hermosa Betty de 17 años sonriendo con su cabello rubio en una perfecta coleta.

Él aún creía que todo lo que estaba viviendo era una maldita pesadilla, que pronto su padre lo despertaría para ir a Riverdale High y podría encontrarse a su Betty sonriente en los pasillos.

Pero esto no era así.

Esto no era una pesadilla.
Era la realidad.

Alejó una lágrima que caía por su mejilla y sintió como las palabras querían brotar desde lo más profundo de su garganta. Él quería escribir.

Necesitaba escribir.

Se paró de la cama y fue hasta su despacho, tomó papel y un bolígrafo y se sentó a escribir. 

Sé que nunca vas a leer esto, pero de todas formas yo necesito expresarme y esta es la única manera en la que puedo explicarme.

Te has ido de mi vida y me dejaste destruido, roto, sin ganas de vivir, tú... Te llevaste mi corazón contigo.

¿Sabes? Ha pasado mucho tiempo y aún puedo recordar la textura de tus labios cuando te robé un beso en tu habitación.

Recuerdo cuando empezamos a salir, a experimentar en nuestra relación.

𝗥𝗘𝗦𝗖𝗨𝗘 𝗠𝗘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora