Capítulo 2: ¿Vas a Morderme?

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Entonces desperté realmente.

Aquello sí había sido un sueño, estaba muy segura.

No abrí los ojos de inmediato. Sin embargo, me di cuenta de que estaba plácidamente recostada sobre un firme y suave torso. Por alguna vergonzosa razón, me encontraba encima de una persona.

Era un hombre, lo sabía por ese olor masculino tan familiar. Su piel era cálida al tacto.

Apreté los párpados con fuerza. No me atrevía a separarlos por la vergüenza que sentía de enterarme quién estaba debajo de mí. No quería ni imaginar la razón por la cual había dormido con alguien.

Sin previo aviso, un dolor agudo sacudió mi hombro. Pinchazos se extendían por toda la longitud de mi brazo y...

Olfateé sangre.

Abrí los ojos.

Lo primero que vi fue un musculoso cuello y un abdomen masculino estupendamente constituido. Seguidamente, elevé la mirada hacia su rostro, el cual se hallaba increíblemente cerca del mío. Al igual que sus apetitosos labios y sus ojos grises oscuros, intensos, deslumbrantes... Admiré su barbilla, cubierta por una incipiente barba rasposa, y sus cejas pobladas y masculinas alzadas, dedicándome una expresión coqueta de incredulidad.

Oh por Dios.

Era Joe.

De un salto, traté de apartarme. El problema era que aquella maniobra resultó imposible de realizar. Intenté ponerme de pie, pero algo tiraba de mí hacia abajo.

Él se encontraba pegado a mí. Mejor dicho, estábamos amarrados el uno al otro con una estranguladora soga.

Cuando hice un esfuerzo por levantarme, su peso me lo impidió. Mis manos estaban atadas en mi espalda, al igual que las suyas. No era capaz de moverme.

—¡Hasta que te despiertas! —dijo con una sonrisa astuta.

Sólo entonces me di cuenta.

Él llevaba su pecho desnudo, estaba descalzo y únicamente tenía puestos unos pantalones ajustados.

Yo en cambio estaba en... ropa interior.

Mis mejillas enrojecieron, haciendo arder mi cara. Creí que moriría de vergüenza.

—No sabes lo molesto que fue tenerte durmiendo encima de mí —empezó Joe—. Parece que tienes muchas pesadillas. Además, has impedido que escape. Estoy atado a ti y tú sólo dormías y...

Sus palabras se apagaron lentamente. Dejó de hablar cuando se percató de que estaba inmersa en mis pensamientos, sin prestar atención a nada de lo que decía.

—Oye, ¿al menos podrías fingir que me escuchas? —atendí a su voz, que tenía una nota fingida de dramatismo.

—Suéltame —demandé, casi segura de que él me había puesto en esa situación. O al menos de que era su culpa.

Me agité encima de su cuerpo hasta que el dolor me hizo gemir. Observé por el rabillo del ojo mi lastimado hombro izquierdo.

Por supuesto. Ahí estaba la herida de bala.

Recordé todo. La sangre, la mordida, el disparo.

—Créeme, yo más que nadie quisiera liberarme de ti —me contestó Joseph. Y su odiosa entonación me hizo sentirme ofendida.

A mi alrededor todo estaba oscuro, aún era de noche.

Me encontraba en una habitación vacía, tan diminuta que creí que el aire se acabaría de un momento a otro, a pesar de que había dos ventanas medianas por las que se vislumbraban las cimas de los rascacielos en las calles iluminadas de New York.

Tentación (More explicit version)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora