23 Sorpresas del destino

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Natasha volvió a colocarse su peluca rubia con cuidado

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Natasha volvió a colocarse su peluca rubia con cuidado.

Estaba considerando seriamente teñirlo de rubio para no seguir con ese asunto.

—Steve —susurró ella antes de abrir la puerta—, saca tu escudo.

El capitán le dedicó una mirada entre seria, avergonzada y vacilante.

—Ya no tengo mi escudo —dijo él.

La mirada que le dio Natasha fue de confusión.

—¿Cómo que ya no tienes tu escudo? —preguntó alzando un poco el tono. Al darse cuenta, volvió a bajarlo—. ¿Qué pasa cuando me salvaste la vida?

—La base de Siberia tenía algunos prototipos, mi escudo lo tiene Tony.

Natasha maldijo.

—¿Por qué demonios Tony tiene tu maldito escudo?
¿Sabes qué? No me digas, acabemos con esto primero. No vayas a salir a menos de que sea extremadamente necesario.

Colocándose dos cuchillas atrás del pantalón y una debajo de su manga, abrió la puerta con cuidado.

—Hola —sonrió una chica.

Tenía estatura media, llevaba puesta una gorra que dejaba algunos mechones negros sueltos, guantes negros, una chaqueta verde. Incluso llevaba una bufanda color beige. Y llevaba tenis.

Natasha la miró expectante. Su acento no era europeo.

La pelirroja sonrió, sin confianza.

—¿Necesitas algo?

La chica, que llevaba puesta una gorra, no alzó la mirada del piso.

—Busco a una ex-agente —dijo lentamente—, su nombre es Natasha.

La espía intentó hacerse la confundida, todo empeoraba el hecho de que no pudiera verle la cara a la chica.

—No creo que la encuentres aquí, querida —se agachó para intentar verle la cara, no funcionó—, pero quizá si me cuentas de donde la conoces, puedo ayudarte.

La pequeña alzó la cara, la bufanda tapaba su rostro. Solo se veían sus expectantes ojos azules.

—De Budapest.

Sin darle tiempo a Natasha a reaccionar, la chica, que podía tener unos catorce años, intentó derribar a la espía.

Sin dificultad, la pelirroja se levantó e intentó tomar de los hombros a la niña para que se calmara.

—Cálmate, no quiero dañar a una niña.

La pequeña, con ese comentario, pareció enfurecer.

—No soy una niña, y tampoco soy como piensas.

Sin previo aviso la niña sacó como unos cuchillos de sus guantes, eran como otra extremidad unida a sus manos.

—¿Qué carajo? —soltó Natasha.

I Civil Escapees {Romanogers}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora