Enjaulada

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Mis ojos no entendieron,

lo oscuro de tu alma.

Carcelero de mis sueños,

prisión de mi esperanza.

¡Egoísta!

¡Machista!

Punto final del porvenir,

que un día elegí.

Ciega de amor,

tiré la llave

Y me hundí,

¡para siempre!

En mi propia condena.


Este poema está dedicado a una amiga muy querida

—que pudo salir—Y a otras tanta que no lo consiguieron.


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