Compaz de espera

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La noche cayó,

 con su telón funesto

y me encontró temblando,

 en el manto siniestro.

Desnuda de soberbia,

 a mi cuerpo vulnerable,

las sombras lo cubrieron,

 apiadadas y amables.

El tiempo se detuvo,

 fatal en sus designios,

por no decirme adiós,

 yo me perdí en un limbo.

Queriendo imaginar,

 que solo fuera un sueño,

¡qué no te fuiste nunca!,

 que seguís siendo el dueño,

de un corazón que late,

 al ritmo de tu aliento,

porque si no existieras,

 para darle un motivo,

de tan pobre y tan triste,

 acabaría muriendo.


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