Cuando abrí los ojos ese domingo, no me apetecía levantarme de la cama. No sabía qué iba a decirle, qué se supone que se le dice a alguien después de enterarse de algo así. No tenía ni idea de qué hacer y me daba la sensación de que iba a tener muy pocas oportunidades de salir airoso de aquello.
–Buenos días –Sara había hecho café y desayunaba tranquilamente, aunque no pude dejar de notar que su maleta estaba hecha en la puerta.
–Buenos días.
–He hecho café, ¿quieres que te prepare unas tostadas o algo así?
–No gracias, no tengo hambre. Sara... yo... no sé qué decirte.
–No te preocupes, no tienes que decir nada. Te pediría discreción pero creo que no hace falta hacerlo. Lo arreglaré todo para que me cambien de destino y así podrás seguir con tu vida como si yo nunca hubiera existido.
–No quiero eso. No se trata de que me parezca mal lo que me has contado... es que no sé cómo remediarlo, no sé qué decir para que te sientas mejor, no sé cómo justificar a mi género por lo que hayas tenido que hacer, no sé cómo compensar lo que has vivido. No quiero que te vayas, quiero que estés bien... supongo que quiero curarte. –Me miraba incrédula, yo apenas sabía lo que le había dicho pero esperaba que funcionase y se quedara.
–Sabes, el primer día, tenía mucho miedo. No sabía qué esperar. –Se fue a sentar en el sofá y me hizo un gesto para que la siguiera hasta allí. –Tuve suerte. Mi jefe habló con uno de los clientes habituales, al parecer el hombre tenía un hijo de 18 años virgen, y eso para él era una deshonra o algo así, y estaba dispuesto a pagar mucho dinero para que su hijo se estrenara con una chica virgen. Yo estaba esperando en una de las habitaciones, una de las más sencillas, una cama de matrimonio, una ventanita a un muro y una mesilla. Cuando llegó el chico me di cuenta de que estaba más asustado si cabe que yo. Aquello tampoco era lo que él quería. Me pidió perdón, me dijo que no quería hacerlo y que estaba dispuesto a mentir y a decir que lo habíamos hecho. Le parecía mal que yo tuviera solo 14 años. Pobre chico, era muy agradable, pero tenía un padre muy bruto. El caso es que hablé con él un rato y le expliqué que aquello iba a pasar, con él o con otra persona, y que prefería que fuera con él, que al menos, parecía buena persona. Que nos podíamos ayudar mutuamente, aprender juntos. En ese momento aprendí a verlo como lo que era, un trabajo. El chico salió de allí encantado, su padre dejó una propina enorme que yo me llevé enterita, y aprendí que lo más importante era que si iba a hacer algo, lo tenía que hacer bien. Desde ese momento dejé de compadecerme de mi misma. Aquello era trabajo, no tenía por qué gustarme, pero tenía que hacerlo bien, porque a los clientes sí tenía que gustarles. Aprendí a ser buena actriz, a interpretar el papel que cada uno esperaba de mí, y créeme, la gente busca cosas muy diferentes. Me fue bien, gané mucho dinero, más de lo que nadie esperaba. Cuanto más dinero ganase antes podría dejar todo aquello, así que trabajé y trabajé, no pensaba en lo que hacía. Usaba mi cuerpo para trabajar, pero la mente la dejaba fuera. Tuve que hacer muchas cosas, y no lo querría para nadie... pero al final, me ayudó a salir adelante, si no fuera por eso no hubiera llegado a donde estoy así que, en cierto modo, hacer lo que hice me ayudó. Me lo tomo con filosofía y no estoy traumatizada si es lo que crees.
–¿Y entonces por qué no te quedas?
–Porque me gustas. –Mi miró a los ojos y supe que lo decía en serio, y lo peor es que yo no estaba seguro de si podía negar que ella me gustase a mí.
–¿Eso no sería un motivo para quedarse?
–No. Sé que para ti la edad es un problema, lo era incluso antes de que supieras que era menor, también sé que ahora que sabes a lo que me he dedicado los últimos años, no va a ser igual...
–Es cierto, para mí la edad es un problema. Sé que, mentalmente no eres una niña de 17 años, pero no puedo evitar recordar tu edad, y eso para mí no está bien, un hombre de 32 años no sale con una chica de 17, da igual cómo sea la chica. Pero aún así, puedes quedarte. Podemos seguir como hasta ahora.
–¿De verdad crees que podemos seguir como hasta ahora? –parecía incrédula.
–¿Por qué no?
–Porque sería tenso... ¿y no puedo evitar que me gustes? ¿y si hago algo que te molesta? No quiero que pienses mal de mí, no quiero que creas que tengo dobles intenciones o algo así... –se puso colorada por primera vez desde que la conocía, y había dicho cosas muy íntimas antes sin ruborizarse ni un poco –nunca me había gustado alguien... no sé cómo actuar.
–Nunca es fácil. Cuando te gusta alguien, sea correspondido o no lo sea, no es fácil. Todo el mundo duda. Me alaga que tengas sentimientos hacia mí, pero como te he dicho, sienta lo que sienta yo, eres muy joven, tú y yo no podemos estar juntos, no estaría bien. Se te pasará. Conocerás a algún chico de tu edad y entonces sabrás lo que es estar enamorada de verdad... y te olvidarás de un viejo como yo. Quédate.
–No sé... es que... no sé qué vas a pensar ahora de mí... –empezó a llorar, y parecía que toda esa fortaleza que demostraba se venía abajo, parecía que hacía tiempo que necesitaba llorar y que no se lo había permitido hasta ahora.
–Ven aquí –la abracé y dejé que llorara en mis brazos. Por fin, parecía la niña de 17 años que era.
–Seguro que te doy asco –dijo entre sollozos.
–¿Por qué me ibas a dar asco?
–Por lo que he hecho, seguro que te resulta desagradable hasta mirarme ahora que sabes lo que era... lo que soy. ¿Cómo voy a quedarme sabiendo lo que sabes?
–Sara... todos tenemos pasado. Cuando eres tan joven como tú todo eso parece muy importante, pero, a mi edad, ya te haces a la idea de que la gente que conoces ha mantenido relaciones sexuales antes de conocerte a ti. Yo me he acostado con algunas mujeres, y ellas se habrán acostado con más hombres además de conmigo; eso no es importante. Todo el mundo tiene un pasado, no hay que pararse a pensar en eso. Tú puede que tengas más experiencia que mucha de la gente que conozcas a lo largo de tu vida, y tendrás experiencias peores que ellos posiblemente, pero eso no te hace defectuosa o algo así. Mira, tú me has contado parte de tu vida sexual y para que veas que todos tenemos pasado que ocultar, te voy a contar cómo fue mi primera vez... y créeme por la cuenta que me trae no lo cuento muy a menudo –parecía que había captado su atención y había conseguido que dejara de llorar. –No fui un chaval muy precoz, tenía 20 años cuando me estrené... la chica era de mi facultad, muy guapa, y tenía fama de fácil así que cuando me pidió que fuera con ella al cine, estaba muy emocionado. Fuimos al cine y luego me dijo que podíamos ir a dar una vuelta con el coche, que conocía un sitio... un sitio que resultó ser una carretera cortada que se usaba como picadero. Yo estaba tan emocionado, y ella estaba tan buena... que no aguanté nada –aún me ponía rojo al recordar aquello –no le dio tiempo ni a abrir el condón. Se enfadó muchísimo, sobretodo porque le manché la falda; todo el camino de vuelta lo hizo de morros y no volvió a dirigirme la palabra. Después de aquello mi autoestima estaba por los suelos, no volví a quedar con una chica hasta muchos meses después porque tenía miedo de que volviera a pasar algo así. No sabes la vergüenza que pasé. Pero finalmente mi segunda oportunidad llegó, en una fiesta, con una chica que no conocía de nada y a la que no volví a ver. Y todo fue bien, todo lo bien que puede ir en un baño público. –Sara sonreía y parecía algo más tranquila –¿Qué, vas a mirarme de otra manera por saber que una vez fui eyaculador precoz?
–Gracias por contármelo... no hace que me sienta mejor, pero al menos ahora estamos incómodos los dos –nos reímos ambos.
Finalmente, Sara decidió quedarse. Al cabo de unos días la relación entre nosotros volvía a ser casi como antes. Nos habíamos distanciado un poco, al menos físicamente, para evitar confusiones. Yo era más consciente de que le gustaba ahora y no quería darle esperanzas ni dejarme llevar ni un poquito con ella, menos ahora que sabía que podría hasta considerarse delito. Dejé de incitarla a beber y tampoco le proponía salir por ahí de fiesta.

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Mi joven empleada
RomanceLa llegada de una nueva empleada a la oficina pondrá patas arriba la vida de su jefe, que nunca se hubiera podido esperar todo lo que iba a descubrir de aquella chica y lo mucho que acabaría importándole. Todos los derechos reservados. No se permite...