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Final de mes llegó y al iniciarse el nuevo mes, el esperado cheque. Sara estaba encantada de tener en sus manos su primer sueldo, al menos, su primer sueldo con mayúsculas.

–Mira, mira, ¡ha llegado mi sueldo! ¿no es genial? –era estupendo verla así de emocionada.

–Sí, puedes estar contenta, te lo has ganado, estás haciendo un gran trabajo. ¿Y qué capricho te vas a dar con tu primer sueldo?

–Ninguno, este dinero está destinado a conseguirme un sitio propio para poder devolverte tu intimidad y que recuperes tu sofá.

–No, no, nada de eso. Tienes que comprarte algo, te mereces un capricho. Y mi sofá cama está feliz de tenerte aquí. Puedes quedarte el tiempo que quieras. No quiero que te vayas a un apartamento cutre, que el sueldo no es para tanto y tienes que contar con los dos meses de fianza que te cobrarán en la mayoría de los sitios.

–Ya me he aprovechado demasiado de ti.

–Sara, que no quiero que te vayas. Quédate al menos un mes más, por favor, deja que me quede tranquilo.

–... ya veremos –algo era algo –mira, ya sé que capricho me voy a dar. Te debo una cena. Salgamos a cenar este viernes, prometo no besarte esta vez, puedes estar tranquilo.

–Eso lo tendría que prometer yo, ¿no?

–Ya claro, como si hubieras podido resistirte.

Estaba muy guapa, se había maquillado y peinado de forma que parecía más adulta de lo que era, en vez de parecer que tenía 15 años, como normalmente, esa noche parecía llegar a los 19, 20 si me apuras. Llevaba un vestido negro que se ceñía a su cuerpo en los sitios indicados y la verdad es que llamaba la atención.

–Vaya, ¡qué guapa! No sé si voy vestido para la ocasión.

–Tú siempre vas guapo –sonrió y se enganchó a mi brazo –se ve que te gusta hacerme sufrir, provocarme a diario para luego recordarme que nunca pasará nada. Pero te perdono porque hoy me vas a sacar a bailar.

–¿Ese es el plan?

–Sí, hoy voy a ser yo la que te invite a cenar y luego te emborrache.

Tenía un poco de miedo de su plan, la verdad. Sabía que ella podía intentar algo, no creía que lo hiciera, pero quien sabe, la verdad es que no era buena bebedora, lo normal teniendo en cuenta que antes de conocerme no había probado el alcohol; y quizás entre copa y copa se liaran un poco las cosas, pero esta vez estaba prevenido, no tenía pensado dejarme llevar ni un poquito.

La cena fue genial, hablamos de todo un poco: de la gente del trabajo, de actualidad, del último libro que había leído... esa noche me sentía muy cómodo con ella. Al fin habían desaparecido todas esas rarezas entre nosotros. Ya sabía todo lo que tenía que saber de ella, y por fin había aprendido a omitirlo y a hacer que ella lo omitiese también.

Después de la cena fuimos a tomar unas copas a un bar. No tenía pensado beber mucho, pero super-dos por aquí, super-dos por allá... para cuando decidimos salir de allí para ir a bailar, los dos estábamos ya más que contentillos.

La discoteca estaba a tope, la música altísima y hacía calor, pero aún así ninguno de los dos podía parar de reír.

Estábamos sentados en un sofá, tomando una copa y descansando un poco (más por mí que por ella) cuando me di cuenta de que a nuestro alrededor en cada sofá ocupado había una pareja dándose el lote.

–Menudo panorama –sonreí tenso, porque yo intentando no tensar la situación y voy a la llevo a los sofás de la discoteca... si es que, muy espabilado no estaba, la verdad.

Mi joven empleadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora