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Sara se despertó mientras yo aún estaba haciendo el desayuno, salió de la habitación vestida de nuevo con la ropa de la noche anterior, me dio los buenos días y me dijo que se iba a duchar, cogió ropa de su maleta y se metió en el baño. No sabía cómo tenía que actuar ahora, hasta ese momento no lo había pensado, ¡maldito cerebro! ¿Qué se suponía que tenía que hacer ahora, cómo la iba a tratar? Estas cosas se me dan bastante mal así que decidí esperar a ver qué hacía ella... muy maduro, ¿verdad?

–He hecho tortitas, ¿quieres? –le ofrecí cuando salió de la ducha.

–Vaya, has cocinado y todo, estás de buen humor –sonrió –menos mal, tenía miedo de que estuvieras enfadado conmigo por lo de ayer.

–¿Enfadado? –si no era capaz de borrarme la sonrisa de la cara.

–Es que, escogiste tan mal –se burló de mí –cuando vi que la chica se marchaba pensé que iba a ganar la apuesta y ¡no quiero que me pagues otra vez la cena!, se lo propuse y aceptó. Os hubiera dejado solos, era mi intención, pero Marta no quería... no escojo tan bien yo tampoco, era más bien lesbiana que bisexual, me dijo que si yo me iba ella también, así que, lo siento por no haberos podido dejar intimidad. Pero, ¿lo pasaste bien, no?

–¿Tienes que preguntarlo?

–No, supongo que no –sonrió, y entonces pensé que a lo mejor la que no estaba bien era ella, no lo había pensado, estaba tan pendiente de mí mismo que no pensé que a lo mejor ella no quería aquello.

–¿Y tú, estás bien?

–Sí, no te preocupes. Conseguí lo que quería. –Pero no parecía tan feliz como yo... y entonces lo pensé...

–Que yo dejara de gustarte. Eso conseguiste, ¿no? –Mierda. La había cagado y no me había dado ni cuenta.

–¡No! si no sabes los esfuerzos que tuve que hacer ayer para no... bueno, para no hacer nada contigo –igual estaba equivocado y no la había cagado tanto como yo pensaba –los hombres en cuanto os baja la sangre de la cabeza dejáis de pensar con claridad, si ayer te llego a dejar acabo abusando de ti de nuevo –sonreía.

–No creo que se pueda llamar abusar si soy yo el que te busco y tú la que me evitas.

–Ya... pero sabía que hoy te ibas a arrepentir si hubiera pasado algo entre nosotros, bueno, algo más que compartir a una mujer.

–Debería sentirme fatal, lo sé, y a lo mejor en un tiempo me siento como una mierda por lo que ha pasado... pero de momento, la verdad, es que aún estoy en una nube –me miraba preocupada, seguramente por lo de que me sentiría como una mierda... soy un bocazas así que intenté arreglarlo –en una nube de besos entre mujeres. –Me levanté de la mesa, le di un beso en la frente y le acerqué el papel que Marta me había dado. –Ten, me lo dio para ti, por si quieres pasarte a verla otro día... de mí pasa bastante, a no ser que sea indispensable para que vayas tú, entonces podemos ir juntos. La dejaste impresionada.

–Que puedo decir, soy buena en lo que hago –dijo poniendo cara de sobrada y sonriendo.

–Bueno, bueno, cómo se nota que no tienes abuela.

–Ya me lo dirás si algún día me dejas demostrártelo. –Estaba de buen humor y más de lo que había pasado ya era difícil que pasase, así que le seguí el juego.

–No ha de ser para tanto. No vayas tan de sobrada, ten en cuenta que no tenías mucha competencia, tus clientes no tenían otras niñas entre las que escoger –no sabía si aquello había sido ir demasiado lejos, no sabía si tenía derecho a hablar así de su pasado, tenía tanto miedo a haberla cagado que apenas podía mantener una sonrisa forzada en la boca.

Mi joven empleadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora