Fuerza Aérea Mexicana

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×Narra Memo×

-- ¿Dónde fue? ¿de qué color era? ¿quién era el señor? ¿cómo se llama el doctor? --bombardeo al celular-- ¿te duele? Ah, qué idiota, claro que sí.

Me sobo el puente de mi nariz.
Escucho que Ele suspira.

-- Guillermo, debes tranquilizarte...

Pronto me invadió el enojo y detengo mi ansioso caminar.

-- ¿Por qué estabas sola?

-- Yo no lo decidí... --musita.

-- ¡No debes andar sola por ahí! --reclamo.

Amaba a Eleonore; ella me importaba.
¡Vaya que sí!, y el simple hecho de imaginar que le pasase algo... me ponía mal.
Y se estaba confirmando, en presente.

-- Santo cielo, ¿te poseyó Simba o qué? ¡Eran las tres de la tarde! ¡Tres! ¿Cómo iba a imaginar que un perro malhumorado me tenía ganas?

Cierro los ojos y en ese momento odié muchas cosas:
Odié la distancia, odié al perro, odié a los amigos de Ele... y me odié a mí mismo.

Sintiéndome derrotado, me dejo caer en la cama del cuarto.

-- Yo... perdóname, no sé qué me pasa.

-- ¿Ves por qué no te lo dije antes? ¡Hubieras movido a toda la Fuerza Aérea Mexicana por mi rescate! --termina con una risa y yo termino riéndome con ella.

Ocurrente.

-- Probablemente...

-- ¿Estás solo?

Respondo que sí y el móvil me notifica que ella activó su video.
Mi corazón pegó un brinco al verla. Estaba en su habitación y había dejado el celular en el peinador, así que podía verla completa.

Se me escapa una risita nerviosa--. Hola, hermosa.

Guiña uno de sus ojos. Ya se estaba volviendo típico de ella--. ¿Lo ves? Estoy enterita.

Ella da una vuelta.

No sabía si era por los kilómetros que nos separaban, por el sueño que tenía, por añorarla... pero en ese preciso instante, Eleonore se veía preciosa.

Deseé tener el poder de teletransportarme como nunca antes lo había hecho.

Le permito verme también y nuestra charla se extendió una hora: en ella, Ele fue la que más habló, puesto que mi energía ya estaba por los ceros.

Su voz fue un arma de dos filos: por un lado, me fascinaba escucharla (podría hacerlo por la eternidad), pero por el otro... bueno, era un eficiente arrullo.
Como una canción de cuna.

No supe en qué momento, pero me quedé dormido.

Soñé con el Rey León.

[...]

Después de dos días de intenso trabajo, el último día en California se nos concedió libre.
El grupo (Rosty, Denisse y yo) optamos por explorar la ciudad. Yo me dediqué a vloggear momentos relevantes.
Como por ejemplo cuando llegamos a una tienda Disney.

-- Oye, mira mira, esos chicos son atractivos --mi mejor amigo y yo nos acercamos a un espejo.

-- Vaya, ¿quién es ese tipo que no puede respirar bien?

-- Vaya, ¿quién es ese tipo que no puede respirar bien?

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Era una tienda especialmente de vestidos.
Creo que no es necesario explicarles la razón de estar buscando uno.
Y no, no se trataba de Rosty.

-- ¡Ve este de Monsters Inc!

-- ¡Oh, yo quiero! --susurra mi compañero mientras tomaba uno--. Ya no tienes excusas para no comprarlo... sí sabes a qué me refiero...

-- ¿Será de su talla?

Rosty se lo mide por encima y alza las cejas consecutivamente--. La navidad llegará de nuevo a casa... tú sabes quién eres.

Reímos un poco y sí, ese fue el vestido elegido

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Reímos un poco y sí, ese fue el vestido elegido.
También tomé un monedero de Minnie más delante y César escogió una bolsa para su mamá.

-- ¡Memo! --llama Denisse a lo lejos.
Ambos nos acercamos y ella tenía un peluche del pequeño pez naranja--. Te encontré.

-- Ohhh, miren gente, ¿no está genial?

Denisse, siendo ya algo de costumbre, se abraza a mí

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Denisse, siendo ya algo de costumbre, se abraza a mí.
Esta chica era muy cariñosa y fácil podría creer que fue un koala en otra vida.

Salimos de la tienda (claro, después de pagar) y proseguimos con nuestra aventura por las calles californianas.

Mi chico ideal (Memo Aponte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora