Cansado

177 8 16
                                    

×Narrador Omnisciente×

A veces, hay días realmente agotadores.
De esos que parecen quitarte vida y hacen preguntarte si podría ser peor. 

Y para responder a eso: sí, siempre hay algo más peor que lo peor.

— ¡Agh, mi cabeza!

Eso fue lo primero que dijo Eleonore al llegar a casa. Su abuela se apresura a su encuentro y le quita su maletín negro y el casco.

— ¿Qué tienes? ¿Qué pasa?

— Me duele todo. Absolutamente todo —se restriega sus ojos.

Lola hace una mueca.
Su nieta rara vez se quejaba de algo.
Por decirlo de alguna forma, sus estándares de paciencia, dolor, tolerancia, eran muy altos.

Esto quería decir que, realmente, ella estaba muy mal.

— Pero no te preocupes —la joven le regala una sonrisa—. Una ducha y estaré como nueva.

Su plan había sido ese, pero sin quererlo así, cuando se acuesta a 'descansar unos minutos', se queda dormida.

Nada conveniente a la situación, porque, del otro lado de la ciudad, alguien estaría esperándola en su casa por más de dos horas...

Lo habían dejado plantado.
Nada del agrado del chico.

Claro, él intentó entonces pensar en qué habría pasado.

¿Por un problema? ¿Se le acabó la gasolina? ¿Tráfico? ... sí, debía ser el tráfico, pensó Memo.

Por el pasar del tiempo y cansado de esperar, sus opciones se redujeron a una: llamarle.

— Vamos... —estaba desesperado. Descuelgan—. ¿Hola? Eleonore qué rayos te pasa llev—

— ¿Bueno? ¿Memo? —esa voz no le pertenecía a Eleonore.

Había contestado la abuela.
Memo sintió vergüenza.

— Hola señora. Perdóneme, ¿está Ele por ahí?

— Oh, sí, por supuesto. Es que se olvidó el celular en su maletín.

De fondo se escucha una puerta abrirse, unos susurros inentendibles y finalmente, un bostezo de la pelinegra.

— Hola Memo.

Este aprieta sus puños.
No quería enojarse, pero si ese bostezo significaba lo que estaba pensando, no podría evitarlo.

— ¿Se te olvidó?

— No, no, para nada. Lo tenía muy presente, en serio, pero cuando llegué a casa me sentía muy cansada —se explica ella—. Y te va a dar risa, pero... —suelta una risilla— me quedé dormida.

A Memo eso no le dio gracia.
Sintió injusticia, porque cuántas veces él se sentía mal y aún así haber ido con ella.

— Ah... ¿y por qué llegaste cansada?

— Trabajé todo el día.

— Bueno, pudiste haber llegado aquí y descansar y hubiera estado mejor.

— Pues sí, pero te digo que no esperaba quedarme dormida.

Él no responde.

— ¿Estás molesto? —dice la chica, luego de pensar unos momentos.

— No exactamente —se escuchaba serio—. Solo creo que acabo de desperdiciar unas horas (esperándote) que me habrían servido para—

Eso le caló a la mujer.

Mi chico ideal (Memo Aponte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora