Capítulo 3

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- Pero, ¿qué demonios? - exclama Eddie, que está tan impresionado como yo.

Veo cómo Aslan se está riendo y Kim corre hasta junto nuestra con los helados en la mano.

- ¿Qué ha pasado? - pregunta dándole un mordisco a la cobertura de chocolate de su cono de chocolate.

- No lo sé, ha debido de haber un problema con la fuente - dice Ed sacudiéndose su mojado pelo - iré a cambiarme a casa, ¿te acompaño a la tuya? - me pregunta - puedes coger un resfriado.

- No pasa nasa, ya nos veremos.

- Vale, como quieras, adiós - se aleja a coger su mochila y a despedirse de sus amigos.

Yo doy media vuelta y me dirijo a junto Aslan enfadada:

- ¿Te parece gracioso?

- Cloe, no le eches la culpa, yo también me he reído, es gracioso, venga, que te acompaño a cambiarte, toma tu helado - suelta Kim.

- No quiero helado, me iré sola.

Y me marcho sin esperar otro comentario.

No sé por qué, pero tengo la sensación de que Aslan ha tenido algo que ver con esto. Y Kim, en vez de creerme y apoyarme, defiende a un completo desconocido en vez de su amiga de toda la vida.

- ¿Entonces me como tu helado? - la escucho gritar a lo lejos - Por tu culpa no voy a poder ponerme mis pantalones nuevos, por tu culpa incumpliré mi dieta y estaré gorda como una pelota.

La ignoro. Ella ha sido la que ha comprado los helados. Su dieta es imaginaria, nunca la cumple. El otro día quedamos en su casa para ver una película, y ella compró tres paquetes de patatas fritas, tres de galletas de chocolate y un bote extra - grande de helado de fresa y arándonos, y nosotras, las muy golosas, nos comimos casi todo.

Ya veo mi casa, me quedan unos metros cuando, gracias a ir pensando en otra cosa, me tropiezo con un pequeño bache que hay en la acera.

- ¡Mierda! - mi pantalón se ha manchado.

Iba a levantarme cuando alguien me agarra del brazo. Me giro al instante y me topo con esos impresionantes ojos azules.

- Cuidado Cloe, mira por dónde vas - dice ayudándome a levantarme.

- ¿Qué haces aquí? ¿No estabas con Kim?

- No, ella se fue porque la llamaron por teléfono y yo vine aquí.

Acerca su mano a mi cara y me aparta un mojado mechón de pelo, yo volteo mi cara y le doy la espalda.

- ¿Qué te pasa?

- Que no me dices lo que eres. Sabes lo que me ha pasado y quiero respuestas.

- ¿Qué has visto cuando te he tocado antes?

- Lo que me pasó ayer.

- Por fin, te encontré, eres tú.

- ¿De qué hablas?

- Nada, hasta mañana.

Se va corriendo.

- ¡Eh! ¡Espera! ¡Respóndeme a la pregunta!

Como lo odio, maldito misterio.

Entro en mi casa, me ducho y me pongo el pijama.

Tengo un mensaje de Kim:

"Cloe siento lo de esta tarde, sé que estuvo mal lo de reírme de ti.

Cloecita de mi alma

mi mejor amiga

te pido que no te vayas a la cama

y nos vayamos a tomar una ensalada.

Es broma, quería hacerte un poema, pero se me da muy mal, ¿vamos a cenar a mi pizzería? Invito yo."

Le contesto que estaré allí en media hora.

Me arreglo un poco el pelo y me visto.

La madre de Kim trabaja en una oficina y su padre tiene una pizzería en la que los fines de semana trabaja toda la familia.

Muchas veces cenamos allí.

Su padre debió de llamarla para que le ayudara, ya que los sábados suelen tener mucha gente.

Cuando entro veo que la mayoría de las mesas están ocupadas.

- ¡Cloe! - Kim levanta el brazo para que la vea - te pido perdón con tu pizza favorita.

- No sólo estaba enfadada contigo - más bien lo estaba con todo lo que me está pasando, con Aslan que no me responde a mis preguntas y eso.

- Ven, esa es nuestra mesa - me señala con el dedo, miro y veo a alguien sentado de espaldas, Aslan, lo que me faltaba.

- Kim... ¿Por qué lo has invitado?

- Pobrecito, no tiene amigos aquí, ¿te gustaría pasar la noche del sábado sola en una ciudad que no conoces y...?

- Vale, vale... - le digo en tono cansado.

- Voy a servir dos mesas y vengo.

Me acerco a la mesa en la que Aslan está sentado.

Cuando me ve sonríe.

- Hola, ¿ya has hecho lo que tenía tanta prisa antes? - le pregunto.

- Casi, me faltas tú.

Me siento y pongo las manos encima de la mesa.

- Cuéntame - le exijo.

- Aún no.

- Mira, me estás cansando.

- Tú a mi no. Me gusta verte con la intriga.

- Pues a mi no me gusta el misterio ni el suspense, así que si no quieres que yo misma piense que estoy mal de la cabeza, habla.

- ¿Tú que crees que soy? Sé sincera.

- Pues, no sé, ¿has estado realmente el día en el que me caí de la tabla?

- Sí.

- Entonces solo puedes ser un sireno, ninguna persona humana nadaría con tanta facilidad con ese oleaje.

Empieza a reírse a carcajadas. Le lloran los ojos.

- ¿Un sireno? Jajajajajajajajaja.

Me levanto indignada y malhumorada, paso por su lado para salir de la pizzería. Él camina detrás de mí.

Estamos fuera. Hay una suave pero fría brisa hace que estremezca un poco. Desde que hace unos días, ya no parece que sea verano.

- Eh, eh, espera, lo siento es que es gracioso.

- ¡No! - grito - ¡No es nada gracioso que no sepa quién eres ni que esté involucrada en algo que no conozco!

- Está bien, te lo contaré todo. Nos vemos en la playa cuando salgamos de aquí.

- Yo no voy a ir a ningún lado sola de noche.

- Voy a estar contigo.

- ...

- ¿No confías en mí?

- Eso ya me lo has preguntado.

- No te voy a hacer nada malo.

Ahora su cara luce seria, parece que esto ya no lo toma en broma.

- ... Bueno, está bien...

Kim abre la puerta de la entrada.

- ¿Qué hacéis ahí? Va a enfriar la pizza.

Nos abre la puerta para que pasemos. Aslan va delante y Kim me frena.

- ¿Qué ha pasado? ¿Lo has besado?

- ¿Pero qué dices Kim? Pues claro que no, no.

Me mira inspeccionandome.

- ¡Te lo digo en serio!

- Venga - me empuja suavemente - a cenar.

Hoy el océano es grisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora