Capítulo 12

787 53 2
                                    

La corriente nos arrastra con suavidad por el océano junto a montones de peces exóticos y coloridos.

Y por fin llegamos, o eso creo. Un lugar oscuro que contrasta con la alegría, el colorido y el movimiento de la arrecife y las corrientes de agua. Parece que una manta cubriera el sol, como si hubiéramos avanzado kilómetros hasta las tierras más profundas del océano.

Aslan me agarra la mano con fuerza.

Intento concentrarme, comunicarme con Dormel, pero sin éxito, no soy capaz, debe estar en peligro.

- ¿Ahora qué hacemos? - le pregunto a Aslan esperando que se le ocurra algo.

- Intentaremos avanzar. No te separes de mí, en ningún momento - me pide, más bien me ordena en tono firme - no quiero que te pase nada.

Nadamos sin saber lo que hay delante de nosotros, hasta que a lo lejos, vemos una pequeña luz que se mueve. Al momento ya sé lo que es, lo he visto en un documental: Melanocetus johnsonii es el nombre científico de un pez abisal, tiene una especie de antena sobre su cabeza que brota de su nariz en forma de caña repleta de bacterias bioluminiscentes que se ilumina como señuelo para atraer a otros peces que confunden este órgano con gusanos u otro organismo siendo al final sus presas, agarrándola con sus grandes dientes para evitar que la presa se escape.Tiene una gran boca que puede tragar ejemplares de más del doble de su propia longitud. Su color rojo le hace virtualmente invisible, sus ojos son pequeños.

Cuando lo había visto en la televisión me daba escalofríos, pero ahora me causa terror. Es un pez horrible.

Aslan siente como yo me retiro un poco para atrás y agarra mi cara despacio para que lo mire y me susurra:

- Cloe, tranquila, estoy contigo, puede llevarnos a donde queremos, seguro que lo envía Guindelia. En ningún momento le demuestres a nadie que tienes miedo aunque lo sientas.

Después me besa en la nariz.

La verdad, es que aquí debería estar muerta de frío debido a las bajísimas temperaturas, pero estoy bien, será por lo mismo motivo por el que puedo respirar.

Seguimos avanzando. El pez se para, como esperándonos. Cuando estamos a una distancia de unos cinco metros, puedo verlo con total claridad. Se gira para mirarnos, después da media vuelta y nos guía hasta una cueva.

Aslan y yo nos miramos. Él asiente, así que entramos.

Hoy el océano es grisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora