xvii. el amor y la razón no van de la mano

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—¿Es que acaso mi opinión no vale? Es un plan suicida, y no te arriesgare así.

Garrett se mueve, queriendo llegar a mi lado pero Kate le frena. La forma en que la blonda nos mira a Edward y a mí hace que me sienta como la protagonista de un partido de tenis.

—Edward —Le amonesto sabiendo que ha leído mis pensamientos y por ende está al tanto de mi disposición—. Aprecio la intención. Pero resulta que es mi decisión, no tuya. Respeta eso.

—¡Es un suicidio!

—Eso no lo sabes, ya escuchaste a Eleazar. Con entrenamiento...

El vampiro me impide seguir hablando. —No dudo de que algún día puedas tener control total de tu don, pero eso es justo lo que no tenemos: tiempo. Aro querrá entrevistar a todo mundo, principalmente a mí. Sabrá lo que planeas hacer, te hará cenizas antes de permitir que influyas en su guardia. En él. O peor aún, te encadenara a él por el resto de tu existencia, no serás más que otro de sus esclavos.

Edward se sitúa hasta quedar frente a mí, son pocos los centímetros que nos separan. Repentinamente me siento pequeña a su lado.

—Y eso, no puedo permitirlo Katherine —Sus orbes dorados me miran con intensidad. Me cuesta leer lo que me quieren decir, solo me centro en que ese iris de oro líquido hace temblar mis piernas.

—Es que no depende de ti —Logro contestar. No sé cómo me las arreglo para mantenerme firme.

Edward gruñe y su mano se dirige a su rostro con frustración. Sale de la casa dando largas zancadas, escucho que murmulla entre dientes 'rubia terca'.

Dejo escapar un suspiro y evito mirar a mi alrededor pues se a la perfección que Garrett me está analizando. Pido ver a la pequeña Cullen y Esme amablemente me invita a pasar a la habitación de Edward en el piso superior, donde Renesmee descansa ajena a todo el alboroto de abajo.


Hace unos años, cuando se manifestó la primera prueba de que no era una vampira promedio Garrett me había advertido de los Vulturi; vampiros milenarios que se habían colocado en la cima de la jerarquía del submundo. Respetados por todos los inmortales, cuidaban de nosotros al crear leyes que nos mantuvieran a raya y no dejar que los mortales supieran de nuestra existencia. Todos los vampiros los respetaban y admiraban por su labor. Todos menos Garrett.

Garrett lo veía desde otra perspectiva. Para él, los italianos no buscaban más que poder y eliminaban a quienes creían una amenaza. Si es que antes no conseguían que dicha amenaza se les uniera a sus filas.

Mi creador había visto un patrón en sus juicios. Cada vez que un clan era lo suficientemente numeroso –por lo tanto un peligro para su posición de realeza– no tardaban en encontrar "evidencias" en contra de dicho clan, y siempre había alguien que era encontrado inocente. Y sin excepciones resultaba que ese vampiro tenía un don particular y agradecido por la oportunidad de seguir con vida este se les unía, dócil y fiel a los vampiros que lo había salvado.

Y es por eso que Garrett me había mantenido oculta. Es irónico que ahora ambos estuviéramos aquí, a punto de caer entre las garras de los italianos.

Sé que si se lo pidiera –sin usar mi don– él me sacaría de aquí sin dudarlo. Sin importar si arruina su posible relación con Kate o abandona a su amigo Carlisle él me seguiría. Garrett siempre me pondrá por encima de el mismo y eso me frustra de sobremanera. Ese vampiro aventurero me había salvado la vida, me había dado una nueva oportunidad. Una nueva vida. Con eso ya tenía más que una gran deuda con él. Pero eso no le bastaba a Garrett, no señores, él quería cobrarme intereses cuidándome y tomando el rol del padre que alguna vez tuve. Pero no puedo pedirle que nos vayamos. No iba a hacerlo.

Estúpido vampiro con dotes paternales.

Estúpido Eleazar por meterme ideas.

Estúpido Edward por engendrar a una niña como Renesmee.

No quería poner a Garrett en riesgo, pero tampoco podría abandonar a Renesmee. Dios, ya no me imaginaba viviendo sin ella, lo cual era horriblemente peligroso pues algo me decía que mi corazón iba a terminar hecho trizas.

Lo peor de todo, me dolía la idea de separarme de Edward. Era casi inverosímil la forma tan rápida con la que me encariñe de él. Era imposible no quererlo, no amarlo. Amor. Esa nueva revelación me asombro y asusto aún más. Una espantosa punzada de dolor se clavo en mi corazón.

La razón me decía que debería instalar una barrera entre nosotros, un límite invisible que solo yo viera, para no terminar enamorada de él y con el corazón en las manos, o peor... en las manos de él.

Pero el amor y la razón nunca van de la mano.

Estúpida, estúpida Katherine.


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Red Moon ━ Edward Cullen ¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora