xx. el alcanze de una voz

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Cuando imagine que el cobrizo diría algo, Eleazar nos aborda a ambos: —¿Lista?

Le destino una última ojeada a Edward y me separo con la piel aun ardiendo, asintiéndole afirmativamente en respuesta al vampiro de piel oliva.

—¿Cómo quieres que empecemos?

El antiguo miembro de la guardia Vulturi me pone ejercicios simples, nada que me deje sin aliento como la última vez que use mi don: dar órdenes cortas y concisas a Kate como hablar, sentarse, pararse sobre un pie. La vampira rubia es –hasta ahora– un conejillo de Indias muy entusiasta. Extrañamente le divierte ser una muñeca de trapo a la merced de mi voz.

Sin embargo Eleazar no se detiene ahí, uno a uno va agregando a más de nuestros congéneres al entrenamiento. Con tres me las arreglaba bastante bien, ordenándoles en conjunto que simularan correr. Pero cuando llego a cinco vampiros no puedo continuar.

Me siento tan cansada. Aunque debo decir que nada comparado al terrible cansancio que amerita haber dominado una treintena de hijos de la noche.

Siseó fastidiada cuando escucho murmullos entre el público que se había ido reuniendo mientras practicaba. Al principio solo habían sido mi auto nombrado maestro, Eleazar. Junto a Garrett, Kate y Edward, pero luego habían pasado por ahí Benjamin y Tia, Siobhan, Liam, Zafrina, Rosalie, Carlisle y ahora incluso el irritante Alistair miraba fijamente por encima de lo más alto de un pino.

—De acuerdo, dispérsense. Lo intentaremos más tarde —dice mi maestro. No puedo evitar respingar ante eso—. Katherine, tú al centro. Se me acaba de ocurrir algo...

¿Dejarme descansar, tal vez? Pienso.

—Citándote: "sé exactamente en que me estoy metiendo" —Me provoca Edward al oír mis pensamientos. Ruedo los ojos, ignorándole.

Tais-toi! (11) No ayudes.

Él vampiro vegetariano sonríe, con los ojos repentinamente emanando dulzura y musita:

—Deberíamos dejarlo por hoy Eleazar.

—Lo último, lo prometo —Le responde de una forma distraída que me hace dudar de sus palabras—. Kate quiero que te alejes un par de millas de la casa —Ella desaparece como un bólido—, hasta ahí —indica el vampiro cuando escuchamos a la rubia llegar a 35 millas.

—Ordénale que retroceda —Y lo hago tal cómo me lo solicita, confundida. ¿A qué quiere llegar? El pelinegro le pide a su compañera de clan irse de nuevo, incrementando la distancia entre ambas para luego yo traerla de regreso. Hace esto cuatro veces más. Es en la última vuelta que entiendo lo que quiere demostrar. Exhalo, perpleja. Unas cuantas horas y Eleazar probablemente ya había encontrado una imperfección en mí supuesto infalible don. Cuando más aumentaba el trecho entre Kate y yo, más difícil me resultaba ordenarle volver. Ahora podía sentir una especie de hilo invisible que salía de mi garganta que la ataba para moverla a mi antojo pero entre mas se estiraba esa cuerda me era más arduo manejarla. Como si esa cuerda se enredara y se perdiera para luego romperse.

—Puedes sentirlo, ¿verdad? ¿Qué forma adquirió?

—Es una cuerda —Eleazar asiente para sí mismo, pensativo.

—Está bien. De acuerdo. Es una buena forma de comenzar, quiere decir que puedes extender esa cuerda.

—Ahí me perdiste. No estoy entendiendo amigo —habla Garrett. Hasta el momento solo había hablado para dedicarme palabras alentadoras justo como lo hizo cuando entrenaba con él.

Red Moon ━ Edward Cullen ¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora