xviii. la calma antes de la tormenta

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La pequeña Cullen despierta al sentir los primeros rayos de luz, sus ojitos color marrón parpadean varías veces hasta enfocar su vista en mí

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La pequeña Cullen despierta al sentir los primeros rayos de luz, sus ojitos color marrón parpadean varías veces hasta enfocar su vista en mí. Sonríe al verme, mostrándome sus dientes perlados, inevitablemente respondo a su gesto.

—Buenos días Kathy —Saluda, estirándose como un gato. Mi cuerpo se tensa al oírla llamarme así. Kathy. Lo ha dicho con tanta naturalidad, sin tener idea del efecto que tiene en mí una simple palabra. Hace años que nadie... mi hermano había sido el último.

—¡Oh yo... lo siento! Te moleste, ni siquiera lo pensé. Yo no... —divaga Renesmee, viendo el claro dolor en mi rostro. Enganchan sus brazos a mi cuello, buscando darme confort.

Mi corazón se enternece al verla tan preocupada por mí. Y a la par quisiera abofetearme por hacer que se sienta así. Aprieto su cuerpecito con un poco mas de fuerza contra el mío.

—Puedes llamarme como quieras, princesa. Siempre y cuando no sea Kitty Kat —respondo, remarcando el tonto apodo que me puso Emmett.

Escucho al susodicho reír en su habitación.

—Yo se que adoras que te llame así —Su voz burlona me hace arrugar el entrecejo. Renesmee acompaña las risas de su tío al ver mi expresión. Rosalie me salva al entrar en ese instante al cuarto y revolotear en el gigantesco armario –que al parecer solo contiene ropa de la niña– para preparar a Renesmee.

Desde aquí puedo oír a Esme moviéndose en la cocina, el fuerte olor de especias y carne me indica que los chuchos no deben tardar en llegar. La compañera de Carlisle es una vampira con un instinto maternal poco común entre los nuestros pero aún así me cuesta imaginarla rodeada de todos esos apestosos lobos y siendo amable con ellos.

Escucho algunos murmullos de molestia ante el olor de la comida humana; todos los demás testigos de los Cullen han vuelto en algún momento de la madrugada, pero Edward sigue fuera.

La sola mención de su nombre hace que olvide el motivo de mi tristeza. Y sea reemplazada por ansiedad. Desde ayer no ha vuelto. Lo cual me tiene comiéndome las uñas, no literalmente, pero mi nerviosismo basta para que Rose me dedique una mirada un tanto extraña.

—¿Pasa algo? —pregunto. Mi congénere niega con la cabeza y continua peinando a la semi humana, aún así percibo que trata de esconder una sonrisa. Mi intuición me dice que no me gustara su respuesta así que no insisto. Luego de unos segundos me propone salir al patio y Renesmee añade que le gustaría verme dibujar. La vampira rubia ni siquiera escucha mi respuesta y desaparece en alguna de las habitaciones de la casa volviendo con un cuaderno y un montón de lápices en mano.

Rosalie nos conduce a un claro no muy lejos de la mansión. Contemplé maravillada a mí alrededor; un frondoso claro se dibujaba ante nosotras, los árboles que rodeaban la zona descubierta formaban un círculo casi perfecto. La hierba estaba adornada con pequeñas flores silvestres de todos los colores. Podía escuchar el ruido del agua corriendo: muy cerca estaba un arrollo.

Forks era un lugar divino.

—¡Vaya! Es hermoso —murmuré en voz baja. Renesmee me secunda. Rosalie murmulla satisfecha con nuestra reacción y tiende varías mantas sobre el verde pasto para poder sentarnos las tres.

Por unos minutos la semi humana se dedica a jugar con mi cabello. La rubia Cullen se dispone a leer un inmenso libro de mecánica y yo me pongo a hacer unos cuantos bocetos de un colibrí.

Me sienta bien dibujar, no hay nada más que mi cuaderno, mi lápiz y yo. Como vampira paulatinamente había dejado atrás mi manía de fotografiar o plasmar en papel cuanta cosa bonita se me pusiera en frente –después de todo, ningún lente humano podría hacerle justicia a mi vista vampírica–. Nunca debí haberlo hecho.

A mis espaldas, Renesmee continua tomando mechones de mi rubia cabellera, lo manipula y tuerce entre sus dedos hasta que queda satisfecha.

—Preciosa —dice para luego depositar un pequeño beso en mi moflete. Yo sonrío ante su gesto pero no despego mí vista de mi proyecto: un retrato de Garrett y Kate. La mano de la niña vaga hasta donde habían estado sus labios, la visión me muestra cuán feliz es en este momento.

Como deseo que así sea siempre.

La pequeña insta a su tía a seguirla al arrollo y me dejan con mis numerosos bocetos. Al verlas jugar y corretear delante de mí mis dedos pican por querer plasmar esa imagen en el papel.

Me doy cuenta de su presencia antes incluso de poder escuchar sus pasos. Edward avanza hacia mí, sin embargo yo sigo concentrada en mi dibujo de Renesmee y Rosalie. Por unos instantes no dice nada, quedándose parado detrás de mí.

—Estallo muy fácilmente contigo, ¿no es cierto? —susurra finalmente, sentándose junto a mí.

Sonrió, triste. —Para que quede en el registro, sé exactamente en que me estoy metiendo Edward —respondo aun sin ver su rostro. Mi atención sigue únicamente en mi cuaderno—. Que sea rubia no quiere decir que soy una hueca Barbie.

—Hey —Una de sus manos detiene las mías, obligándome a alzar la mirada—. No Katherine. No quise siquiera insinuar que fueras estúpida. Jamás pensaría así de ti y quiero que tengas eso en claro.

—Siento que viene un 'pero'.

—Pero creo que realmente no has considerado las consecuencias. Estas aquí como testigo, como amiga de la familia y como tal no te pediremos que arriesgues tu vida. Peor todavía: tu libertad.

—Es que no están pidiendo nada —Ante su ceja arqueada me corrijo—. De acuerdo, me lo pidió Eleazar —Exhalo, de pronto agotada mentalmente—. Discutamos luego, Edward. Gocemos solo de este momento, por favor.

Él asiente pero por su mirada sé que no me dejara escapar tan fácil de esta. Una distraída sonrisa se dibuja en su semblante al fijar su mirada en su hija y su hermana. Ambas siguen jugando delante de nosotros la vampira sostiene por encima de sus brazos a la semi humana. Sus musicales risas inundan el lugar.

No necesito leer mentes para saber lo que cruza por la cabeza de Edward, es lo mismo que pasa por la mía; tenemos un momento de paz. Un efímero instante donde nada nos preocupa, donde no hay casacas rojas escondidas en las sombras.

Un momento de calma antes de la tormenta.





Un momento de calma antes de la tormenta

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Red Moon ━ Edward Cullen ¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora