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Los primeros veinte minutos de espera habían pasado, y finalmente era su turno de salir a tal oscura y fría incertidumbre que le esperaba con tan solo cruzar un par de puertas con una mochila dulce de flores y otra fea y negra, llena de objetos que usaría tarde o temprano.

No estaba asustada como muchos pensarían que lo estuviese, porque era realmente fuerte y segura de sí misma como para saber que no moriría por nada ni por nadie.

Hana Yabami (Chica #19) había aprendido a la fuerza que lo más importante era cuidarse a sí misma, y contrario a su apariencia y a la opinión personal, no se dejaría llevar por tonterías ni por amistades.

Cruzó la puerta despacio, teniendo todavía un minuto de ventaja antes de que Akiko Sora (Chico #20) saliera de la precaria escuela en la que todos esperaban.

Mientras cruzaba el patio para perderse en el espeso bosque notó la sangre que manchaba sus zapatos, y la curiosidad le ganó de inmediato. ¿Acaso había muerto alguien? Era un miedo que surgía de la nada en su cuidada mente, pero no podía dejar de pensar en ello.

Pensó que pudo ser Manami o Ayato, o Momo quizá, pero estaba segura que debió ser a manos de Gonkuro, él era quien más tenía cara de asesinar a alguien cuando la oportunidad se presentara, aunque no podía descartar a Yuki o a Karu. En fin, nadie era confiable ahora.

Le dio la vuelta al patio luego de fijarse en la luz de la luna creciente y en las brisas marinas de la isla, luego escapó por un claro que encontró en la parte trasera de la escuela, y caminó con cierta tranquilidad.

Era cierto que había gente peligrosa alrededor incluso cuando solo habían salido nueve estudiantes, pero todavía el peligro no la iba a alcanzar, todo estaba bien.

En el camino se detuvo un instante para revisar sus nuevos artículos, y repartir mejor las cosas entre su linda mochila y esta que los militares le habían entregado con cierto desgano, contrario a como lo habían hecho con Manami. Y ella ni siquiera era bonita.

Del bolso de nilón que había recibido lo primero que sacó fue el mapa y la brújula, y de su mochila sacó un lindo suéter rojo carmesí que traía para el frío. Se colocó su suéter y en el bolsillo guardó los dos objetos, porque su uniforme tenía un bolsillo vago en el que guardaría su arma.

Revisó un poco más y se encontró con un arma blanca guardada en un estuche de cuero y marfil. Según la marcación que había sido hecha, era un kerambit, un arma usada en indonesia y alrededores. Era como una navaja de gran curvatura y pequeño tamaño, pero muy afilada.

En su bolso negro había un par de botellas de agua de un litro y pan duro, una lista de todos sus compañeros, un reloj análogo y no mucho más. Prefirió guardar todas esas cosas en su mochila, y en cambio, su ropa y cosas un poco menos importantes dentro del bolso negro, para que así fue un poco más cómodo y seguro para ella.

El camino de Hana continuó por el bosque observando la naturaleza abundante de los alrededores y también todo lo que la acompañaba por el camino, pero no había ni un solo animal en la isla, todos debieron ser evacuados para todo ello, horrible.

Siguiendo el mapa cruzó unos cuantos cuadrantes y llegó a un muy pequeño y humilde templo, era rojo y brillante, pero no tenía tantas cosas como los templos que quedaban cerca de su casa. Se acercó con un cierto sentimiento de salvación, hizo una pequeña oración por su vida y luego se instaló dentro de un pequeño cobertizo, estaba expuesto y para poder entrar bien tuvo que sacar una carreta, pero estaba bien.

Una vez sentada y ubicada para poder dormir un poco pensó en que estaría muy incómoda con aquel reluciente collar que atrapaba su cuello y controlaba su vida, y entonces debía hacer algo al respecto.

Sacó su arma del bolsillo de su uniforme y cuidadosamente la despojó de su estuche, revelando la afilada cuchilla en sus manos, reflejando su cabello y frente.

Con cuidado, tomó el cuchillo con su mano derecha y con la izquierda hizo una pequeña separación entre su cuello y el collar horrible de un color rojizo. Insertó el cuchillo, intentando no cortar su piel, y lo pasó alrededor de su cuello, pensando así que se sentiría libre, o que cortaría el cable que más le molestaba, el que conectaba su cuerpo con el aparato.

— ¡Hana, Hana! — Escuchó gritos a la distancia, era Gonkuro quien la llamada ciertamente apurado, y aunque no podía asegurar que estaba completamente desarmado no confiaba en él, no confiaba en nadie.

Un sobresalto, luego un movimiento en falso de sus manos y fin del juego, el alma se le escapó de un suspiro, y su cabeza golpeó con la pared de madera detrás de ella con fuerza mientras la sangre salía despedida y el cuchillo se enterraba mucho más en donde se había causado su propio final.

En su momento lo tuvo todo calculado, claro que sí, pero nunca pensó que el grandote de su clase quien había herido tanto a una de las chicas al igual de ser conocido como todo un vándalo fuera por ella, y con tanta desesperación llamara a su nombre.

Había sido un final bastante estúpido, pero nunca pensó que algo así le ocurriría a ella. Quizá debió pensar más en ella que en las lindas flores, o que el sueño estaría prohibido para ella de ahí en adelante.

— No... No hagas eso...

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Ahora Gonkuro quería morirse también, era un completo idiota, quien no podía hacer más que seguir arruinando su vida y su imagen, su padre nunca se enorgullecería de él.

Quizá su vida comenzó a caer cuando golpeó a su novia del momento y casi la deja inconsciente por meterse en su camino en una pelea, cuando lo que ella intentaba era arreglar su vida.

No estaba seguro de que alguien en su clase lo respetase, en especial Satsuki Aka (Chica #1) por lo que le hizo a su mejor amiga.

Vivía en un eterno castigo que nunca podría borrar de su sombra.

Quedan 40 estudiantes.

BATTLE ROYALE   ||   [CERRADO]Where stories live. Discover now