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[Namjoon]

La mañana olía a frutilla, un olor dulce que me recordaba a mi persona especial.
No quería abrir los ojos, había tenido uno de esos sueños de los que no quieres despertar jamás, de esos que son perfectos y potencialmente irreales.

Pero un quejido ajeno sobre mi pecho hizo que abriera mis ojos de par en par.
Jinnie esta abrazado a mí, yo tenía mis brazos en su cintura y sobre sus piernas que terminaban por enredarse con las mías.
Ambos estabamos desnudos...
Entonces... No había sido un sueño.

Las imágenes volvieron a mí todas de golpe, repasando como una película sagaz nuestra noche haciéndome sonreír de oreja a oreja.
Nuestro estado ahora y el ligero dolor que tenía en mis hombros y espalda lo confirmaba.

Quizás me había emocionado demasiado por que Jinnie volvió a gruñir por lo bajo y a revolver su cuerpo entre el mío antes de levantar apenas su cabeza y abrir medio ojo.

- Buenos días, mi príncipe. - Acaricié su cabello mientras él volvía a acurrucarse en mi pecho y se quejaba otra vez.

- Bbnnss ddss.... ¿Qjj hrr ss? - Después de un año de práctica había podido aprender el lenguaje de mi chico por las mañanas, aunque aún no era un experto.

- ¿Mmm? ... - Estiré mi cuello para ver el reloj que habíamos comprado para el velador, marcaba las 2 de la tarde. No sabía cuánto habíamos dormido, pero al parecer había sido bastante. - Ya es tarde, ¿Quieres que desayunemos o directamente almorzamos?

Con el sólo pensamiento de comida su sistema pareció encenderse, al menos casi por completo. Se levantó apenas apoyando sus manos en la cama y me miró con el cabello desordenado y los ojos más cerrados que abiertos.

- Quiero ambas. - Él se sentó sobre la cama con las piernas cruzadas, restregándose los ojos y bostezando.

Sólo después de parpadear varias veces pareció darse cuenta de nuestra desnudez, por que al mirarme a mí de pies a cabeza, convertirse en un tomate, mirarse a él mismo y otra vez a mí; tomó una de las almohadas para lanzármela a la cara.

- ¡No me mires tanto! ¡No sonrías así! ¡Pervertido!

Yo ya estaba acostumbrado a sus ataques repentinos de almohadas voladoras, así que esta vez alcancé a tomarla con mis manos y se la devolví al mismo tiempo que saltaba sobre él, dejándolo acorralado contra mi cuerpo.

- ¿Cómo quieres que no sonría, si lo que hicimos juntos ha sido lo mejor que he vivido? - Sus mejillas parecían dos tomates perfectos y un precioso puchero se había formado en sus labios.

Y de la nada mi precioso príncipe se transformó en una piraña que mordió mi nariz y escapó de mis brazos.
Lo perdí de vista cuando salió de nuestro cuarto dejándome a mí sobre la cama sobándome la nariz... Al menos lo último que ví de él fueron dos perfectas nalgas redonditas y suaves.

Busqué entre mi ropa unos calzoncillos, fui al baño para mojarme la cara y tratar de peinar aunque sea un poco mi cabello.

Al bajar al primer piso escuché borboteos en la cocina, el magnífico sonido de algo en la sartén friéndose.
Y qué decir del olor que salía de esta.

Al doblar por el pasillo me encontré con Jinnie escondido debajo de una de mis enormes poleras, que le llegaba hasta la mitad de sus muslos. Estaba frente a la cocina poniendo especias y revolviendo mientras se mordía el labio inferior y arrugaba la nariz, eso era señal de absoluta concentración.

- ¿Qué estás preparando, amor? - Me acerqué a él por la espalda y abracé su cintura, dejando un beso en su cuello antes de apoyar mi mentón en su hombro.

- Nuestro almuerzo... Y en el hornito está el desayuno.

Mi curiosidad fue más fuerte. Me acerqué al pequeño horno eléctrico que teníamos y ví adentro dos pares de pancitos con queso tostándose.

- Huele delicioso. ¿Quieres que te ayude con algo? - Jinnie se dió la vuelta de inmediato para mirarme, se detuvo unos segundos en mi falta de ropas y volvió a mirar alrededor de la cocina.

- Hay que ordenar la mesa... Limpiarla un poco y poner los platos y otras cosas. ¡Ah! ¿Puedes poner el agua a hervir? ¿Prefieres té o café?

- Con un café soy felíz.

Los minutos pasaron y pronto la mesa estuvo lista, los platos con deliciosa comida y el olor en todo el ambiente.

- Bien chef, cuéntame de qué se tratan tus platillos.

- Bien... primero nuestro desayuno, son pancitos tostados con mantequilla y un poco de ajo, queso derretido encima con rodajas de tomate y orégano espolvoreado. - Él iba señalando cada cosa con total profesionalismo. - Y para el almuerzo preparé spaghetti con camarones a la crema, cebollín y champiñones.

- Wooah... Esto es mejor que ir a un restaurant. De verdad todo se ve increíble, apuesto a que sabe mil veces mejor. - Su enorme sonrisa iluminó todo y con una pequeña señal de su cabeza comenzamos a comer.

Eran miles de sabores, perfectamente equilibrados, las texturas eran maravillosas y cada vez que llevaba el tenedor a la boca mi paladar se derretía de placer.

- Jinnie, deberías ser cocinero... Apuesto a que tendrías filas y filas de personas esperando por tu comida.

- Nunca lo había pensado, es una buena idea Nammie, podríamos ir a buscar trabajo uno de estos días... Pero no hoy, hoy sólo quiero estar contigo y regalonear. - Su pierna desnuda se paseó por la mía por debajo de la mesa, dando suaves caricias, de arriba a abajo.

- Entonces eso haremos. - Mi sonrisa ya estaba más que grabada en mis labios, no había dejado de sonreír en toda la mañana.

Después de terminar con la comida y beber nuestros cafés, que para variar fueron el nuevo experimento de Jinnie y quedaron deliciosos; nos turnamos en la cocina para ordenar la mesa y lavar los platos, dejando todo igual de limpio a como estaba antes, incluso más.

Me gustaba mucho el primer piso de la casa, en un extremo estaba la cocina, con muebles de piedra gris claro, con una larga isla que usamos como mesa en medio de esta. Luego de la isla estaba el comedor, con una gran mesa de madera en medio y un mueble apegado a la pared, tenía un hermoso candelabro en el techo que parecía tener cien años. Y por último, al otro extremo, estaba la sala de estar, con sillones y estanterías llenas de libros y una pequeña mesa baja entre estos.

No habían paredes entre cada espacio y eso hacía ver la casa mucho más grande y luminosa.

En las paredes del primer piso las ventanas rodeaban desde la cocina hasta la sala de estar por todo un extremo.

Por el otro extremo, partiendo por el lado de la sala, estaba la puerta principal, frente a esta un pasillo largo, también abierto, dejando ver todo el primer piso, y al final de este pasillo estaban las escaleras para el segundo piso, a un costado de estas, había un baño, y al otro costado la puerta para el garage.

Arriba en el segundo piso todo lo ocupaba nuestro cuarto y el baño, además de una repisa aislada para guardar las toallas, sábanas y mantas.

Esta casa era increíble, aún no me acostumbraba a lo grande y espaciosa que era. Pero tenía a la mejor compañía conmigo y adoraba vivir así.

- Nammie, vamos arriba, mi suegra dice que debes lavarte los dientes.

Cuando me dí la vuelta al salir de mi ensoñación vi a Jinnie al lado de una de las grandes ventanas junto a la urna de mi madre.

La había dejado sobre un estante justo frente a la ventana donde se veía el jardín repleto de flores de miles de colores.
Mi madre estaría feliz viendo esa vista todos los días, estaba seguro.

- Vamos preciosura, tú también tienes que lavar tus dientes, no querrás quedar mal frente a mi madre.

Estiré mi mano y él vino saltando hasta tomar la mía con una gran sonrisa, al igual que yo.

Y así ambos subimos las escaleras de nuestro, ahora, hogar.

El Libro De Las Puertas [Namjin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora