Diecisiete

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Sin Editar

Hay un problema; no sé a donde me dirijo

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Hay un problema; no sé a donde me dirijo. Solo he vivido tres semanas en Inglaterra y no fueron suficientes para aprenderme el camino. Solo sé ir a los lugares de la ciudad donde Luke me enseñó.

Conduzco en línea recta hasta pasar por una estación de servicio. Compro un poco de comida para después y un mapa. Regreso al auto y conduzco por cinco minutos siguiendo las rutas que dicta el mapa.

Veo por el espejo retrovisor y noto que un auto me ha seguido desde hace un rato. Acelero y este sigue mi ritmo. Puede ser casualidad. Continúo la ruta por unos cuantos minutos más y el auto sigue detrás de mí.

Poco después noto que no es solo uno, sino son dos autos. Están más cerca que antes. Piso el acelerador y voy más rápido. Ignoro el destino al que me dirigía y giro por la próxima curva.

No tardan mucho en estar un auto a cada lado de mí. Cada uno se acerca con la intención de atrapar mi vehículo entre los suyos. Freno a último minuto y ellos por poco chocan entre sí.

Tomo otra curva y rebaso peligrosamente a otros autos. No tengo la experiencia suficiente para hacer movimientos precisos, así que hago lo que puedo para o chocar con nadie.

Tengo la ventaja de que mi padre les pidió que no me hicieran daño. Paso debajo de un túnel y echo un vistazo por el espejo retrovisor. Están acortando la distancia.

Acelero y cuando salgo del túnel paso por un semáforo en rojo que no vi a tiempo. De reojo veo a una camioneta que viene derecho hacia mí. Giro el volante y derrapo a la derecha sin evitar el impacto. Todo ocurre tan rápido y después se vuelve oscuro.

Me duele todo el cuerpo y la cabeza me martillea. Siento que estoy recostada sobre una superficie blanda. Intento abrir los ojos y lo primero que mis ojos captan es un techo blanco.

Estudio mi alrededor y deduzco que estoy en un hospital porque hay un tubo de metal donde cuelgan varias bolsas transparentes con líquidos y sueros que terminan en mi brazo.

Trato de incorporarme mas un fuerte dolor hace que me acueste de nuevo. Levanto la cabeza y veo que mi brazo izquierdo está cubierto por gasas. Logro quitarme la sábana que me cubría y noto el pie del mismo lado está enyesado.

Un enfermero entra a mi habitación. No me pregunta si estoy bien ni nada. Solo pone una silla de ruedas junto a mi cama.

—Tendremos que cambiarla de habitación —informa y me quita los sueros. Luego me ayuda a bajar de la camilla. Nunca antes había estado en un hospital, así que no sé como se supone que las cosas deban funcionar.

Me sienta en la silla y me guía fuera de la habitación. Avanzamos hacia el ascensor y entramos. Mientras la cosa se mueve hasta los pisos de abajo nos mantenemos en silencio.

Siento algo frío en la parte trasera del cuello y escucho el seguro de una pistola desbloquearse. Crujo los dientes y aprieto los puños en señal de estrés. ¿Es que uno no puede salir del país tranquilo?

—Si te mueves, disparo. No me importa lo que haya pedido el Señor Thompson, me da igual si llegas con vida o no.

Trago saliva y no dudo que un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando dijo eso. Las puertas del elevador se abren y él empuja la silla hacia la salida. 

La secretaria nos ve cuando pasamos cerca de ella y yo le digo «ayuda» para que lea mis labios y acuda a ayudarme.

Pienso que me iba a ignorar cuando estamos cerca de la puerta.

—Disculpe, señor —escucho una voz femenina a nuestras espaldas. El supuesto enfermero da la vuelta para prestarle atención—. Necesito el permiso que dice que la joven ha firmado su alta.

—Aquí está —refiere el tipo. Con el chillido de la secretaria supe que le había mostrado el arma.

Si hago lo que estoy pensando seré una total demente. Intento contenerme, pero algo en mí me pie que reaccione.

Apoyo el pie sano en el piso y lo uso para impulsar la silla de ruedas hacia atrás. Siento como choco con el sujeto y lo escucho caer.

Olvido el dolor cuando me pongo de pie y uso la silla como arma para golpearlo repetidamente. Descargo toda mi ira en cada golpe.

Alguien toca mi hombro y giro mi torso preparada para golpear a quien alla interrumpido mi acción. Veo que es la enfermera y bajo el brazo.

Volteo a ver al tipo del arma. Está tendido en el suelo y su cara está ensangrentada y y llena de heridas. No se mueve, probablemente lo he maatado.

Cubro mi boca y empiezo a llorar. Soy un monstruo, un peligro. Ahora desfiguré el rostro de un hombre y en un futuro llegaré a hacer algo peor. No puedo seguir así, no puedo usar mi ira para esto.

Mis padres me enseñaron todo lo que sé y me obligan a actuar así cada vez que mandan a buscarme. Tengo que desaparecer para ellos porque si no terminaré siendo una esclava, una asesina, o ambos.

Tomo la pistola y camino cojeando hacia afuera. Vaya imagen doy. Estoy vestida con una bata de hospital, descalza, con un pie enyesado y un arma. No tengo adonde ir ni qué ponerme. Es de noche y mi mochila debe estar por algún lado.

Regreso hacia donde la secretaria y le pregunto donde han puesto mi mochila y mi ropa. Ella me las entrega y me visto en uno de los baños y oculto el arma en la mochila. Antes de irme ella me entrega un par de muletas.

Salgo del hospital y camino sin rumbo. La única forma que llegaré lejos con unas muletas es pidiendo un aventón o esperando llegar a una parada de autobús. Creo que a esta hora no hay tránsito.

Cuando me canso, me siento en la acera junto a la calle y espero a que pase algún vehículo. Esta noche va a ser larga.

 Esta noche va a ser larga

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