Ocho

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—¿Qué tan famosa seré yo? —le pregunto a Luke

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—¿Qué tan famosa seré yo? —le pregunto a Luke. Él toma una gran cucharada de helado mientras finge pensarlo.

—Según mi madre, las personas saben que los Thompson tienen una hija pero nadie sabe cómo es. No creo que seas famosa al nivel que te sigan los paparazzis porque desde que estás en Inglaterra nadie te ha fotografiado.

Personalmente no creo que el hombre que me está siguiendo sea un paparazzi, más bien parece que está vigilando mis movimientos. Está dondequiera que voy.

—¿Seguro que nadie sabe como soy? 

—Hasta donde sé, tu rostro no ha aparecido en los medios desde hace diecisiete años.

Saboreo el helado largo rato mientras recuerdo la foto del computador. El momento ya ha dejado de ser tranquilo. No puedo calmarme sabiendo que alguien me está observando del otro lado de la calle.

—Puede que pienses que estoy siendo paranoica, pero creo que me están siguiendo —admito evitando mirar por la ventana. Si el tipo sabe que lo he descubierto puede que no vuelva y envíe a alguien más.

—¿Qué te hace creer eso?

—Un hombre me está siguiendo desde el cine, ha cambiado de imagen y me ve sospechoso.

—Estamos en una ciudad llena de personas, es común que algunas se parezcan. Y es normal que hayan personas que asistan a los mismos lugares que tú —define con calma.

—Pero nos está viendo —señalo a la ventana que ignoré hace rato.

Luke mira hacia afuera. —Yo no veo a nadie que nos esté... Ah, mira. Esa mujer miró hacia acá. Olvídalo, no nos prestó atención.

Observo hacia la cafetería. El asiento que antes estaba ocupado por el sujeto ya está vacío. 

—Sue, no creo que haya algo de lo que debas preocuparte, al menos por ahora. Los medios aún no se han enterado de tu existencia y dudo que lo hagan si andas separada de tus padres.

—Pero... ¿Y si enserio alguien me está siguiendo? —inquiero con un poco de miedo. Estoy en un lugar desconocido donde casi no conozco a nadie.

No conozco las intenciones de nadie, pero si algo aprendí de los libros es que si alguien te sigue es porque quiere algo de ti. Y los libros de misterio no me ayudan a mantenerme calmada.

—Si alguien te está siguiendo tarde o temprano descubrirá que debe temerte. Porque tú eres Sue Thompson y estás entrenada para sobrevivir en cualquier situación —me anima Luke con mis manos entre las suyas—. Ahora no pienses en eso. Vamos a comer que el helado se está derritiendo.

Sonrío, debo ser optimista y aprovechar el momento. Él se acerca y une sus labios a los míos. Esto es nuevo, en la isla casi to teníamos contacto físico y ahora nos besamos con más confianza. No es común que los amigos se besen como si fueran novios.

Él se separa un poco y sonríe. —Ahora sí estás dulce.

—¿Quieres ser mi novio? —me atrevo a preguntar. Me concentro en sus ojos que me recuerdan a mi hogar en la isla. El verde trae a mi mente los árboles que nos rodeaban.

—Sí —susurra tan bajo que creo que no lo escuché. 

—¿Qué?

—Sí —repite esta vez más alto. 

—Disculpa creo que no te escuché bien. ¿Puedes repetirlo? —me jacto.

—Sí, sí, sí, sí. Sue Thompson, sí quiero ser tu novio—. Vuelve a besarme, él sabe a caramelo y chocolate. Sonrío contra sus labios y vuelvo a besarlo.

Sin que se dé cuenta acerco el tazón del helado hacia mí para poder comerme la última cucharada. 

—¡Oye! —exclama cuando lo nota y rápidamente me roba la cucharada y se come lo último que quedaba.

 —¡No! —me quejo y lo tomo por el abrigo para acercarlo hacia mí y robarle un beso con sabor a helado.

Esta pequeña burbuja de amor hizo que me olvidara temporalmente del miedo que tengo.

El resto de la tarde salimos de compras. Compramos lo necesario para la casa. También fuimos a comprar un teléfono celular para mí y un programa de internet y teléfono que será instalado en mi casa mañana.

Luke me lleva a la casa cuando empieza a caer la noche. Se despide con un beso y quedamos en vernos cuando él y su madre terminen de instalarse en su nuevo hogar y trabajos.

Acomodo la despensa y luego me siento en el nuevo cuarto que usaré como estudio. Abro mi nueva agenda y organizo la nueva rutina matinal a la cual me adaptaré. Luego organizo todos los días de este mes y hago una rutina para estos.

Crecí basándome en los planes que mis padres y maestros crearon para mí. Me adapté tanto al orden y a las rutinas que me sentiría perdida si no tengo algo que hacer.

Ya viví la vida que otros crearon para mí, ahora tengo que crear la mía. Pero me entristece agregar en la agenda el trabajo que mis padres me darán el mes que viene. ¿No se supone que cada quien elige su destino? Yo solo tengo el privilegio de elegir parte del mío.

 ¿No se supone que cada quien elige su destino? Yo solo tengo el privilegio de elegir parte del mío

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