Ellos querían una hija perfecta.
La enviaron a una isla con los mejores maestros.
Planearon cada día de su vida durante dieciocho años.
Ahora está libre, y muchos quieren arrebatarle la libertad.
Pero ella no se los va a permitir.
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Logro llegar a casa gracias a un bus. Me siento tan extraña y varios pensamientos nublan mi mente.
No sé que hacer. ¿Qué será de mi vida ahora? ¿Los agentes continuarán siguiendo mis pasos? ¿Mis padres me quitarán el dinero que me dieron al graduarme? No sé por qué pienso en el dinero pero preguntas van y vienen.
Al llegar voy directo a mi recámara y busco mi bañador. Sé que la casa tiene una piscina, pero es muy pequeña en comparación con la de La Base. Agradezco vivir junto al océano. Tengo mi propio pedazo de playa.
Camino descalza por la arena y me detengo a observar el oleaje. El clima está perfecto para sentarse a tomar sol. Pero yo no quiero tomar el sol, yo quiero hacer lo único que puede despejar mi mente.
Me acerco al agua. Avanzo más hasta que me llega por la cintura y luego nado. No me detengo por un largo rato, solo saco la cabeza del agua para tomar aire.
El océano no tiene límites, yo puedo nadar y nadar y nada me lo impidiría. Pero recuerdo que soy humana y también me canso. Me detengo y observo a mi alrededor.
Estoy muy lejos de la orilla, la casa es una mancha blanca del tamaño de mi mano y puedo ver las playas de al lado.
Nunca había estado así de lejos de la tierra, ni siquiera cuando en la isla íbamos de excursión a la playa y nadaba como si fuera pez en el agua.
En lo único que logro pensar es en mover mis brazos y piernas para mantenerme a flote. No se en que estaría ahora si no hubiera donde nadar. Mis pensamientos empiezan a calmarse.
Vago entre las leves olas por largo rato hasta que siento las llemas de mis dedos arrugarse. Ya no pienso en nada más que mantenerme a flote. Las horas pasan y descanso de cara al sol.
Nado de vuelta a la orilla y cuando mis pies tocan la arena chillo. El sol ha calentado la playa y mis pies sufren por eso.
Corro hasta el interior de mi casa y apoyo mis manos en las rodillas para recuperar el aliento. Escucho el teléfono resonar por toda la casa. Me acerco al más cercano y lo levanto para colocarlo en mi oreja después de ver el identificador de llamadas, es papá.
-¿Hola?
-Te he estado llamando desde hace una hora. ¿Es cierto lo que le dijiste a Alice? -interroga él refiriéndose a mamá.
-Sí, no quiero trabajar para ustedes -respondo con seguridad. Ya estoy tomando el control de mis acciones, cosa que nunca antes había hecho.
-No puedes hacer eso. Invertimos mucho en ti y no puedes arrojarlo todo por la borda. Te quiero ver mañana, en mi casa para que hablemos. Enviaré un auto por... -lo interrumpo.
-Lo siento, papá. No puedo trabajar por algo que no siento que es correcto.
-No lo has pensado bien. Por favor, hablemos -se escucha desesperado.