Pensando más, hablando menos

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El mundo sería mucho mejor si nos pusiéramos en el lugar de los demás ¿ no lo creen?, pero por más que se intente, no es algo fácil de lograr.
Yo intento narrar sobre mi tartamudez y lo que siento frente a esto, pero para ustedes, esto solo es un dato, algo más que leyeron, no lo sienten como yo lo hago.
Se que solo las personas tartamudas me entienden, saben lo que es pasearse por un centro comercial pasando una y otra vez por la misma tienda, repitiendo lo que vas a pedir en tu cabeza, esperando a que tu tartamudez te lo permita. También saben lo que es envidiar el simple hecho de hablar, algo que se da por sentado, una habilidad que los fluidos no valoran y la tratan como si fuera cualquier cosa. Saben lo ridículo que es pararse frente al espejo y comenzar a hablarle a tu reflejo, que incluso a veces parece que se burlara de ti también, saben lo que es sentirse ignorados, lo que es no tener una propia voz, ni control alguno sobre esta.

El día comenzó como regularmente lo hace, me levanté, desayuné y me arreglé para ir al colegio, la mañana transcurrió como normalmente lo hacía. La profesora de matemáticas no fue a la clase, así que todos se dedicaron a conversar desenfrenadamente como si no hubiera un mañana...yo me dediqué a observar y a sumergirme en mis pensamientos... mientras miraba lentamente a cada uno de mis compañeros como gesticulaban las palabras, lo único que pensaba era ¿por qué yo?, no soy mala persona, ni alguien desagradable, de hecho, soy bastante linda, podría conseguir a cualquier chico o cualquier cosa con dos kilos menos y sin mi tartamudeo, pero no, aquí estoy, viendo como transcurre mi vida sin yo tomar las riendas de ella. Si tan solo no tuviera que buscar...sino que me buscaran. Solo necesito a alguien que me integre, que ignore mi tartamudeo, y note el resto, porque soy más que una tartamuda, soy creativa, linda, inteligente, amigable, buena persona... he incluso sex...
En ese momento, sonó el timbre para el  receso y volví a la realidad, salí del salón y busqué en mi bolso algo para comer o dinero...perfecto. No traía nada. Y eso solo significaba una cosa...debía pedirle fiado a las niñas molestas que vendían comida.
Así que fui, bastante nerviosa, a pedirles fiado, ya sabía lo que quería, había repasado en mi cabeza una y otra vez lo que iba a decir. Hola me das un paquete de galletas... no mejor...hola me das galletas...si, hola me das galletas, hola me das galletas, hola me das galletas...
Caminé lentamente hacia donde estaban, en ese momento una de ellas me miró y le hizo un gesto a las demás señalándoles que yo me dirigía hacia ellas, unas rieron y voltearon a mirarme.
–Hola Julia, Dime ¿que deseas?
-H...h..ho...ho..hola g..g..g..g..ga..ga..galletas
–ga-ga-galletas no tenemos Julia, dice una de ellas riendo, y provocando en las demás risa, hasta que las  interrumpió la niña que me atendía.
–ya, ¿cuantas quieres julia?
Yo mostré con mis dedos el número cinco, para evitar decirlo, pensé que todo acabaría ahí, pero por supuesto no.
–No Julia, dime el número
Dice con un tono humillante.
Yo, volví a mostrarle mis dedos, no quería decir esa palabra.
–Julia, ¿y que número es el que me estás mostrando? Dilo! No te preocupes, tenemos el tiempo que necesites.
En ese momento, todas estaban muriendo a carcajadas e incluso unas estaban molestas por tener que esperar tanto para que yo diga esa simple palabra, mientras que yo, estaba a punto de estallar de ira, frustración, tristeza...no veía otra salida, sentía como me ahogaba, así que decidí parar con esta humillación y abrí la boca para comenzar a hablar
-mira, ¡ya te dije que quiero un paquete de galletas, cinco simples y sencillas galletas! ¡¿Me las podrías dar por favor?! Te lo agradecería demasiado.

No lo podía creer, no tartamudeé en ninguna palabra, todas ellas me miraban atónitas, y el lugar se llenó de silencio, en consiguiente, la niña me dio mi comida, y agachó la cabeza, luego todo el corredor comenzó a felicitarme y a tirarme flores...un momento...esto está raro...no tiene ningún sentido...pensé

Y ahí fue, cuando me di cuenta, de que todo había sido un sueño, un simple y maldito sueño.  Seguía sin tener control sobre mi voz, y siendo solo una espectadora de lo que es una conversación fluida.
Así es chicos, pedir un simple alimento, algo que se hace todos los días, que se da por sentado, que no tiene ninguna dificultad, para los tartamudos, puede llegar a ser una pesadilla.

Crónicas de una tartamuda Donde viven las historias. Descúbrelo ahora