25.

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Cada voto y cada comentario cuentan :)   

El tiempo pasaba volando. Más rápido de lo que parecía y, desde luego, muchísimo más de lo que Kim y Marc deseaban.
Cada día que pasaba era un momento o una mirada menos que podrían disfrutar, que pasarían juntos.

Kim estaba aterrada; era muy difícil para ella afrontar que pasarían meses (incluso podrían pasar años) hasta que volvieran a verse de nuevo, y eso era horrible.

Finalmente decidió no pensar más en ello por ese día, puesto que lo único que conseguía era deprimirse a la hora de estar con Marc.

El sonido de la puerta de la librería llamó su atención y vio que Marc también se tensaba un poco.
Desde lo que había sucedido el otro día en el campo de fútbol, ambos estaban alerta. Los dos estaban completamente seguros de que habría represalias y que los problemas llegarían pronto.

Se relajaron cunado vieron que sólo era Lisa, seguramente querría hablar con ellos.

—Hola —dijo Kim, contenta.

—¿Cómo estáis, chicos? —Saludó ella, más sonriente de lo habitual.

Lisa asintió con aprobación al ver que todos los libros estaban ya colocados en las estanterías y que todo estaba en orden.
Al final del pasillo de la librería, dos chicas estaban escogiendo qué libros comprar y reían escandalosamente cada vez que encontraban uno nuevo.

—Veo que lo lleváis muy bien —observó ella—. Pero tengo una noticia que daros.

Kim se acercó al mostrador y se colocó junto a Marc, que la miró durante unos segundos, preguntándose cuál podría ser esa noticia.

—¿Qué pasa, Lisa?

Por extraño que parezca, durante un segundo, Kim pensó que anunciaría que podía quedarse más tiempo allí, con ellos. Que había hablado con su padre y no le parecía mal que viviera ahí durante un tiempo indefinido.

Pero luego cayó en que eso era imposible, y aunque lo fuera, Kim no podría aceptar.

Se había acostumbrado bastante a su madre y la verdad era que sí, también le había cogido un cariño especial. Pero nadie mejor que ella sabía que un par de meses comportándose como una familia “normal”, no curaban doce años de haber tenido como única familia a su padre.

Toby era más que su padre y siempre lo sería, así que no podría dejarle más tiempo solo. Y tampoco a sus amigos, a los que también extrañaba cada vez más.

—Marc —comenzó Lisa—. Oficialmente, hoy has terminado de pagar tu deuda.

El joven escuchó las palabras y realmente no supo qué sentir. Es más, ni siquiera sabía si lo que acababa de decirle era bueno o malo.

—¿Qué quieres decir? —Probó a decir, aunque sabía exactamente lo que eso significaba.

—Que ya no hace falta que sigas trabajando aquí —Kim y él se dieron la mano, conteniendo la respiración—. A  no ser que quieras seguir haciéndolo, claro.

Un suspiro compartido salió de los labios de ambos chicos y de pronto se relajaron.

—La verdad es que me gustaría quedarme aquí… imagino que cuando Kim se vaya…

La joven miró al suelo, apesadumbrada. Que se iba era una realidad cada vez más cercana, pero a la vez que extrañaba a su padre y sus amigos, sabía que pronto extrañaría pasar todos los días con Simon, tardes locas con Rhiannon o esos momentos tan perfectos y especiales con Marc.

Lisa vio que ella se sentía incómoda y la miró con comprensión.

—Eso ya lo hablaremos, no os preocupéis. Ahora tengo que irme, pero vais a tener que retirar algunos libros de la cuarta estantería. Le dije a Simon claramente que no iban ahí.

Kim resopló.

—¿Todos? ¿Ahora?

—No todos, Kim. Sólo los de los primeros cinco estantes —de pronto pareció recordar algo—. ¡Ah! Y que no se os olvide despejar esto un poco. En un par de horas van a traer de nuevo la vitrina de cristal.

Kim se sorprendió al oír la noticia. No esperaba que su madre decidiera volver a traerla tan pronto… Es más, ni siquiera había pensado que siguiera sintiéndose segura respecto a ella.

Después de un par de minutos en los que comprobó que no hubiera fallos en la caja de ese día y anotó los pedidos que tenía que llevarse a Coolidge, Lisa se despidió de los chicos y abandonó la librería con rapidez.
Kim esperó a que las dos muchachas que estaban al otro lado de la sala, eligieran un par de libros y se fueran. No sin antes dirigirle sendas miradas juguetonas a Marc.

—Serán… —refunfuñó por lo bajo, resoplando cuando la puerta de madera se cerró.

Marc se rió de la situación y la abrazó por la cintura.

—Son solo niñas, creo que tienen trece años. Y yo ya te tengo a ti.

La joven se mordió la lengua antes de hacer un comentario sobre lo “desarrolladas” que parecían estar esas niñas de “trece” años, pero al final prefirió dejar de decir tonterías. Quería hablar en serio con Marc y quería hacerlo en ese momento.

Se deshizo de su agarre, suavemente, y se quedó mirándolo durante unos segundos. Finalmente se decidió a hacerlo de una vez.

—Marc, sabes que nunca te he preguntado sobre esa noche… pero hay cosas de las que simplemente no puedo hablar contigo porque tengo miedo de tu reacción. Y lo creas o no, yo necesito saberlas.

Él suspiró. Sabía perfectamente qué quería decir ella con “esa noche” y, realmente, era un tema que no quería tocar porque eso era lo que haría que se separara de él.

Marc había cambiado desde ese día más de lo que podría haber cambiado en un año, pero tampoco esperaba que ella pudiera darse cuenta de ese cambio en tan poco tiempo.
Siendo sinceros, tenía miedo. Le daba pánico abrir la boca y contarle todo lo que había pasado esa noche porque sabía que eso ya no era como cualquier secreto o gamberrada que él hubiera hecho antes. Hablar de eso implicaba que lo más probable era que ella no quisiera volver a saber nada de él.

Durante varios segundos, Marc no supo qué decir, pero finalmente se apoyó en la pared y la miró a los ojos.

—¿Qué quieres saber exactamente? —Murmuró, algo molesto.

Kim quería conocer todas las respuestas sobre esa noche, pero por lo visto, Marc no quería hablar de eso.

Tampoco quería molestarlo o incluso acabar haciendo que se enfade, pero todavía no podía creerse que fuera lo que fuera que él y sus amigos intentaran hacer, la librería acabara quemándose.

—No es que quiera detalles, sólo quiero saber por qué…

Antes de que pudiera terminar la frase, la campanilla de la puerta sonó e inmediatamente apareció Rhiannon ante ellos.
Estaba sonriente, haciendo gala de su casi perpetuo buen humor e iba ataviada con una fina camiseta rosa demasiado chillona.

Saludó escuetamente a Marc y luego se dirigió a Kim para preguntarle por un libro.
Desde el día que habían ido a Coolidge, había que reconocer que Rhiannon se había estado esforzando mucho en tratar con cordialidad a Marc.

—¿Qué tal todo, Ri? ¿No habías quedado con Simon?

La menuda chica agitó su cabello con la mano y unos brillantes destellos rojos resaltaron en su pelo negro. Torció la boca de manera cómica y entrecerró los ojos.

—Tu madre se lo ha llevado a la librería de Coolidge y no volverá hasta la noche. No sabía qué hacer en casa así que decidí venir aquí, ¿he interrumpido algo?

Kim y Marc se miraron durante unos segundos, él suspiraba aliviado por la intervención de Rhiannon. Finalmente, Kim sonrió de forma algo forzada y se giró hacia su amiga.

—No, no. Sólo estábamos… hablando —respondió finalmente.

Noche de Fuego. (DISPONIBLE EN PAPEL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora