Capítulo 1: Regreso a New York

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POV: Alex Vause

—Mamá ¡apúrate se nos hace tarde! — Grité eufórica a mi madre que llevaba horas alistándose para salir.

Mientras tanto repasaba cada detalle de mi nueva casa, tenía la necesidad de empezar de cero, en un lugar que no tuviera recuerdos, donde podría comenzar a construir nuevas historias. Era una enorme mansión llena de ostentosos objetos que en mi vida pensé que me iban a pertenecer.

— ¡Ve tú, cariño! es mejor que no vaya a ese lugar necesitas estar sola. Ve con el chofer si quieres. — Gritó mi madre desde su cuarto.

Reviré los ojos y salí de mi casa ¿Qué fuera con el chofer? Siento a veces que ni mi propia madre me conoce, prefiero reposar en la apacible soledad si no estoy con las personas que aprecio. Me vestí de negro para la ocasión, dejé mi cabello suelto y me maquillé un poco, mi viaje de regreso a New York me había dejado exhausta y quise disimular un poco mi estado físico, me puse mis infaltables gafas y conduje por varios minutos por la ciudad que me vio crecer.

Llegué a mi destino y caminé sin prisa con un hermoso ramo de rosas blancas en mis manos, fue inevitable retener las lágrimas al recordar la última vez que había estado ahí, en ese lugar frio, taciturno y hasta tenebroso a mi parecer.

Caminaba sin rumbo hasta que escuché mi nombre.

— ¡Vause, no puedo creer que seas tú! te extrañé idiota — sentí sobre mi cuerpo el peso de Nicky que se abalanzó sobre mí a darme besos en la mejías.

— ¡Nichols, hey espera me asfixias! — sonreía mientras intentaba quitármela de encima.

Saludé como la gente decente a Nicky y a Lorna que irradiaban amor, llevaba más de 10 años juntas, jamás imaginé que su relación iba a ser tan estable, solía pensar que era sexo nada más, como ellas lo decían, estas dos están tan locas.

—Alex, nos alegra que estés de vuelta llevábamos años sin saber de ti, tenemos que hacer una fiesta para celebrar tu regreso y ponernos al día. — chillaba eufórica Lorna sin soltarse de la mano de Nicky que la admiraba con amor.

— Oh, no es necesario, Lorna prefiero mantenerme alejada de la gente de mi pasado yo solo vine por...

— Alex, cariño ¿aún no lo superas? Estas muy cambiada tu no eras así... tan apagada — mi amiga de la adolescencia me escrutaba con la mirada triste.

— Muñeca, creo que es mejor que la dejemos que vaya donde tiene que ir, necesita hacerlo — intervino Nicky para salvarme de las tonterías de Lorna.

Al huir de New York no quise tener contacto con nadie, deseaba tener una nueva vida, adoraba a mis locas amigas pero estar con ellas era como echarle sal a la herida, iban a hacer preguntas que no estoy dispuesta a contestar.

Luego de librarme de ese par de locas continúe mi camino por aquel lugar gélido lleno de tristeza y nostalgia. Caminaba lentamente, sin embargo mis pasos trituraban las hojas secas que caían sin parar, anunciando mi llegada a donde tenía que estar, mi corazón se hizo trizas de nuevo, cada partícula de mi ser empezó a temblar, me quedé parada inmóvil unos segundos ante el paisaje lacerante que tenía frente a mis ojos, tomé valor y me senté en una orilla de la lápida, puse lentamente mis rosas y pasé cautelosamente mis dedos por la placa subscripta, donde yacían los restos de ese ser que tanto iluminó mi vida.

Levanté mi rostro, respiré hondo, acomodé mis lentes, observé alrededor y noté que al ser de tarde aquel lugar estaba casi vacío, no pude contener mis sentimientos y los exterioricé como lo anhelé desde hace años.

— Lo último que escuché de ti, es que te habías progresado desde que te alejaste de mí, que encontraste a tu verdadero amor, incluso que te casaste — dije con cierta ironía — hiciste realidad tus sueños — musitaba con voz entrecortada y los ojos ya húmedos — Pero aún me duele saber que alguien más te dio cosas que yo no te di...

Callé unos minutos mirando al vacío, cuando decidí volver a New York lo hice para suavizar los ánimos creyendo que ya lo había superado, porque creí que mi vida ahora era distinta que los demonios de mi pasado estaban ahí, donde los dejé hace más de 10 años que hui de mi triste realidad, pero estaba aquí de nuevo en el mismo lugar donde prometí que cambiaría mi destino, pero aparentemente no pude desertar de ella.

— ¿Por qué estás tan tímida? ¿Por qué no me respondes? — grité golpeando el frio cemento — ¿crees que no odio aparecer en tu vida de repente? sin invitación, pero ambas sabíamos que este día llegaría, no podía permanecer alejada toda la vida — me sinceraba como deseaba hacerlo desde hace mucho, ahora estaba con mi rostro bajo y mis manos sosteniéndose en mis rodillas. — cuando este día llegara al menos esperaba que vieras mi cara, y te hiciera recordar, que para mí, no ha terminado, por qué todavía mi corazón adolescente sigue latiendo por ti — me levanté de la lápida resignada a no tener respuestas a mis alaridos de dolor, llevé mis lentes a mi cabeza observé una última vez la tumba, aspiré el dulce aroma que embriagaba el lugar y dije unas últimas palabras antes de irme y dejarla de una vez en el pasado o eso pretendía. — Olvida todo lo que dije, encontraré a alguien como tú, y no deseo nada más que lo mejor para ti, se feliz, Piper.

Dejé atrás mis recuerdos juveniles, mis sueños futuros, mi amor por ella, la resignación de poder estar en ese lugar sabiendo que ella estaba ahí, aunque ya no para mí. 

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