Capítulo 8: No lograste salir de mi mente

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POV: Alex Vause

Nuestro beso duró más de lo que yo pensé, mi rubia intensificó el momento metiendo su traviesa lengua en mi boca, tener a Piper tan cerca, sentir su cuerpo caliente pegado al mío, el calor de sus labios causó una revolución en mi bajo vientre.

Con besos suaves y cada vez más esporádicos me despegué de su boca besé su cuello, su oreja, la acercaba más a mi apretándola entre mis brazos ella tenía los ojos cerrados y el cuerpo algo tenso, pero la conocía sabía que le gustaba lo que estaba haciendo.

— Alex, no esto no puede pasar, tu misma dijiste que tengo que aclarar mi situación.

— Shu... Solo déjate amar sé que los disfrutas — le susurré callándola con un beso.

— ¡Espera, Alex estoy casada!

— ¡Mierda, Piper! si te importa el hijo de puta de tu marido no dirías que sientes algo por otra mujer, ni te dejaras que te tocara, te voy a demostrar lo que sigues siendo. — me lance a su cuello y la devoré, con mi boca, la lamia, la besaba y la mordía con desespero, no era como solía hacerle el amor en la adolescencia ya no éramos esas chicas tímidas que se exploraban, quería nada más hacer vibrar de deseos a mi mujer.

Ella perdió el control rápidamente y entre jadeos se subió a mi regazo entrelazando sus largas piernas en mi espalda baja, me besaba con deseos, mordía mis labios desesperada parecía que su corazón se le iba a salir el pecho, incluso sentía que temblaba mientras yo recorría con deseos su cuerpo que tanto extrañaba, metí una de mis manos en su camisa hasta llegar a sus tetas, tan deliciosas, blandas, firmes y delicadas apreté su pezón erecto y ella gimió y me observó de manera lasciva y sin pensarlo se retiró un poco de mí y ella misma se sacó su camisa y se despojó de su sostén sin pensarlo rápidamente puse mis dos manos sobre sus senos y los masajee con deseos ella arqueó la espalda y se mordió el labio inferior.

Con mis manos apretando sus nalgas y mi boca y lengua perdidas lamiendo con fervor sus pezones sabrosos erectos, rosaditos, ella gemía mientras y acariciaba mi cabeza, le devoraba con ceremonia sus senos tan bonitos, me volvían loca. Estaba tan mojada que hasta sentía dolor en mi entrepierna, eso me provocaba mi amada rubia.

Regresé a su boca y nos besamos desesperadas de nuevo, sin soltar el beso ella empezó a sacarme la camisa y yo la ayudé dejando mis pechos también al aire, ella besó mi cuello mientras acariciaba mis tetas, que delicioso sentir sus manos de nuevo sobre mí, pero hoy se trataba de ella, la detuve y empecé a desabrochar su pantalón ella me ayudó despojarse de su ropa y cuando la tuve de nuevo desnuda frente a mí, solo para mi tuve deseos de llorar tantos días lo ansíe y por fin era mía de nuevo.

Como alma libre siempre llevaba guardada en mi moto una manta sobre la que estábamos, ella me terminó de quitar mi ropa y yo estaba sobre ella amándola besándola, tocándola, nuestros calientes cuerpos se fundían enamorados bajo la luz de la luna.

Empecé a bajar por su cuerpo sin despegar mi boca de ella, no hubo una parte de mi rubia que no besara esa noche con la luna de testigo. Sus gemidos me tenía al borde la locura, deseaba cogérmela duro, muy duro hacerla gritar desenfrenada al escucharla disfrutar de mis caricias, pero quería hacerla recordar que nadie la amaba ni la amaría como yo lo hago.

Subía por sus muslos que se encontraban invadidos de los fluidos de mi excitada rubia, hice un recorrido limpiando con mi lengua hasta llegar al núcleo de aquel placer y clavé con fuerza mi lengua haciéndola soltar su gemido que la hizo arquear la espalda.

Le lamí con deseos toda su suculenta y encharcada vagina, que delicioso sabe mi mujer, su enigmático sabor provocó un deseo descomunal en mí, le chupé suavemente su clítoris y subí a su boca, ella respiraba jadeante mientras yo respiraba a pocos centímetros de ella.

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