- Si mi padre se entera que lo hemos adoptado y que es hijo de unos campesinos no lo aceptara nunca como su nieto, lo rechazaría. -decía Marisol
- Tienes razón espero que nuestro plan salga bien, los empleados no hicieron preguntas acerca de aquella noche, y cuando nos vieron con el niño entre nuestros brazos pensaron que era nuestro.- contestaba Enrique
Llegaban a la mansión de la familia en la capital, los esperaban en el comedor todos reunidos, Don Jacinto se encontraba muy nervioso, esperaba con ansias la llegada de su heredera.
- Cálmate cariño, te sentara mal la comida si sigues con esos nervios- indicaba doña Leonor la madre de Marisol.
- Estoy así porque hace días no hemos recibido noticias de Marisol se supone que aún le quedaba una semana para dar a luz. decía Don Jacinto
- Todo estará bien, ya lo veras- decía Doña Leonor
Marcos escuchaba atentamente lo que decían, también estaba nervioso.
- Espero que esa maldita campesina cumpliera con su parte y esa niña no naciera, de lo contrario la buscare y la hare pagar con su vida.- pensaba marcos
- Ya están aquí- decía Mireya el ama de llaves.
Todos salían al salón a recibirlos, Don Jacinto, Doña Leonor, Marcos, y Nahia la hermana pequeña de Marisol.
Al salir del auto y ver que Marisol salía con un bebe entre sus brazos la Sra. Leonor y Nahia empezaron a llorar de la emoción, marcos estaba realmente furioso, estaba rojo como un tomate y pronto empezó a sudar.
- que te sucede tienes mala cara- le decía Nahia.
- metete en tus asuntos- respondía Marcos
El primero en acercarse hasta ellos fue Don Jacinto.
- lo sabía, siempre lo dije y nunca hicieron caso, yo lo presentía, mi primer nieto.
Es un niño- decía Don Jacinto lleno de orgullo y alegría.
- los médicos se confundieron al dar su diagnóstico, el destino nos sorprendió, y trajo con nosotros al pequeño Lucas, mi pequeña Dulce no logro sobrevivir tendríamos mellizos. decía Marisol con gran melancolía
- Oh lo lamentamos muchísimo, un niño, corazón muchísimas felicidades, es precioso- decía la Sra. Leonor viéndole su preciosa carita
- Es tan tierno tiene los ojos verdes de su padre- decía Nahia
- Felicidades, ahora tienes lo que querías el heredero de la fortuna de los Henao un niño, algo irónico no papá yo soy tu hijo y este niño será quien lo herede todo, poco te importara a ti que se haya muerto la mocosa en el parto. decía Marcos con un tono irritante.
- No empieces, tú sabes muy bien porque tú no serás el heredero de todo, agradece a tu madre que aun tendrás algo de su parte, no sé qué haces aquí si tanto te desagrada, márchate, por supuesto que me importa que se haya muerto mi nieta, es el dolor de mi hija, el perder un hijo es lo peor que te puede pasar, y yo estoy a punto de perderte a ti, si es que hace mucho tiempo ya no te perdí, márchate - le ordeno contundente Don Jacinto.
Sin decir palabra marcos tomo su motocicleta y se marchó a toda velocidad,
- esa maldita campesina me las va a pagar, la buscare y la mataré yo mismo con mis propias manos si es necesario, desgraciada me engaño y robo mi dinero si ya se deshacía de un mocoso que le costaba deshacerse de dos.
- Caracola llegaba a la casa de los Mendoza, con la pequeña Dulce entre sus brazos habían pasado 3 semanas desde el nacimiento de la bebe seguía muy débil y había perdido peso, la caracola temía que al verse tan mal no le dieran suficiente dinero por ella, pero tenía un plan B.
- Buenas tardes mi señora, yo soy la caracola le traigo una pequeña niña de 3 semanas de vida, es bastante blanca y tiene unos ojos verdes preciosos.
- Te dije que prefería un niño y con ojos marrones- decía la Sra. Mendoza.
La Sra. Mendoza se acercó a ver a la bebé y vio que era preciosa, tan delicada y frágil salió su instinto maternal, no podía abandonarla a su suerte con la Caracola,
- Oye caracola si decido no quedármela qué piensas hacer con ella. dijo la Sra. Mendoza
- Está bien Sra. pero es una pena, me veré obligada a llevarla al mercado y venderla allí por unos cuantos pesos.
- Estas enferma, es una simple bebe, eres una mal nacida campesina ignorante. Agradece que en estos momentos no te mate y me quede con la bebe, sin darte ni un solo peso. Aquí tienes tu dinero no te quiero volver a ver nunca más, vamos lárgate antes que me arrepienta. - decía la Sra. Mendoza.
La caracola tomó la bolsa de dinero apresurada y se marchó sabía perfectamente que la Sra. Mendoza no se andaba con rodeos era una mujer elegante y bella pero sumamente peligrosa, decían que era esposa de uno de los narcotraficantes más buscados en el mundo.
Helena Mendoza tomó en los brazos a la pequeña, la miraba fijamente mientras la arrullaba para dormirla.
- Realmente eres preciosa, por las sábanas finas que traes se ve que eras de buena familia, quien sabe de dónde te habrá robado la caracola, pero no te preocupes yo cuidare de ti el resto de mi vida y te protegeré como si hubieras salido de mis entrañas. decía Helena.
- Y esa escuincla- decía Gabriel Gaviria el marido de Helena.
- Es nuestra nueva hija, algún problema- respondió Helena
- Ninguno, es preciosa, a ver si ella logra quitarte lo amargada, pero no te encariñes mucho con ella ya sabes como es este negocio - decía Gabriel mientras miraba a la pequeña.
- La cuidare con mi vida si hace falta ella no tiene culpa de nuestros errores, y si no tienes nada mejor que decir me voy a atenderla y a prepararle su habitación- decía Helena.
- Oye- decía Gabriel
- Que quieres respondió Helena
- ¿Cómo se va a llamar? preguntaba Gabriel.
- Gabriela- respondía Helena mientras se marchaba
- Gabriela- repetía Gabriel con una sonrisa pícara, en el fondo le gustaba la idea de tener una hija, aunque sabía lo peligroso que podría resultar, en sus negocios cuando algo iba mal los primeros que sufrían eran los familiares que más querías.
La familia Henao se encontraba en el salón de la mansión contemplando al pequeño Lucas, decían que era tan fuerte y sano, a pesar de los diagnósticos de los médicos aseguraban que Marisol daría a luz a una niña débil de salud si sobrevivía, todos estaban convencidos que era un milagro de Dios, nadie sospechaba del gran secreto que escondía.
Nicolás cada día se encontraba mejor, gracias a la ayuda de Marisol y Enrique podían pagar sus terapias y poco a poco empezaba a recuperar la movilidad en su cuerpo, habían pasado 3 meses pero no pasaban un solo día sin pensar en su pequeño Mateo, Greicy ya no estaba segura de querer irse a vivir a otro lado, si se quedaban allí mantenía la esperanza de algún día poder volver a ver a su hijo así fuera a unos metros distancia, aunque no les quedaba otra opción si se negaban a irse tendrían a los patrones como enemigos y los terminarían echando de sus tierras como animales.
- Mijo y si nos vamos para la capital cuando usted se recupere, los patrones tienen allí varias empresas y allá viven con nuestro pequeño Mateo, tal vez así algún día podamos verlo- Decía Greicy
- Ciudad de México es muy grande mija, aunque no le niego que a mí también me gustaría poder ver a nuestro pequeño aunque sea de lejos, además debemos marcharnos donde no sepan en qué lugar estamos, el día de mañana si se llega a descubrir todo Don Jacinto no tendrá piedad con nosotros, y correremos peligro mija.- decía Nicolás.
- Pues en un par de meses te dan el alta y prometieron darnos los últimos pesos para que nos vayamos, podemos ir a la capital mi prima Soraya tiene una casa alquilada allí y ella solo la usa los fines de semana por que trabaja de interna en una casa de familia, también puede ayudarme a conseguir empleo allí mientras usted termina de recuperarse.- decía Greicy
- Pues esa es una buena opción- decía Nicolás.
Marisol y Enrique estaban muy felices con su bebé, Marisol estaba radiante y con un mejor semblante, Enrique había retomado sus negocios en la empresa, era el Director Comercial, de la central que estaba allí en Ciudad de México aunque tenían pensado irse a vivir a Europa en un par de años tenían una sucursal en Francia y Don Jacinto quería que Enrique se hiciera cargo de ella, pero primero tenían que resolver ciertos asuntos aquí.
- Es increíble cómo ha crecido en tan poco tiempo, ya sujeta el solo su cabecita y mira muy sonriente cuando lo llamas por su nombre- decía Nahia
- Es una gran bendición de Dios, no sabes lo agradecida que estoy con él- respondía Marisol
- Veo que están aquí juntas ya es la hora de almuerzo y nos reuniremos todos para comer, en unos minutos bajar al comedor niñas- decía Doña Leonor.
Se sentaron todos en la mesa.
- marcos que te sucede estas muy pensativo- preguntaba Nahia
- Problemas que nunca faltan hermanita, pero ya déjame de molestar siempre me estás interrogando como si el hermano pequeño fuera yo.
- solo me preocupo por ti, ya sabes que a pesar que siempre has sido frio y distante yo te adoro.- decía Nahia.
- Yo también te adoro hermanita, pero ya déjame en paz.- decía Marcos
- Puedes quedarte con mi parte de la herencia de papá si eso es lo que te preocupa, Nahia no tiene la culpa de tus errores, no tienes por qué hablarle así, deberías de aprender a respetar, no estas aprovechando la segunda oportunidad que te ha dado esta familia.- decía Marisol
- Yo no quiero tus migajas ni las de tu bastardo- decía Marcos
- No te atrevas a meter a mi hijo en tu sucia boca- Gritaba Marisol
- No te lo voy a permitir- decía Enrique muy serio
- Ya basta- gritaba enojada Doña Leonor.
Don Jacinto daba un golpe fuerte a la mesa.
- Marcos me tienes aburrido, no quiero que nadie en esta mesa vuelva a discutir por el maldito dinero, porque de lo contrario donare hasta el último de mis centavos y los dejare sin nada. comeremos en paz y nadie se retirara.- ordenaba
Terminaron de comer con mucha tensión y el primero en retirarse fue Marcos dándole un beso en la frente a su madre.
- Bendiciones Madre, espero que me disculpe, y con su permiso se va la oveja negra de esta familia.- decía Marcos irónicamente
- Bendiciones hijo- respiraba profundo Doña Leonor
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La hija de mis padres
RomanceHelena Mendoza se vio desde temprana edad sola en el mundo, le toco aprender a sobrevivir siendo una pequeña niña le robaron la inocencia y en todo lo que creía, con tan solo doce años su padre la vendió en un prostíbulo, para que dejara de ser una...