Prólogo

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Entré en esa habitación como cada fin de semana y todo estaba igual que siempre, la ventana cerrada y con las cortinas corridas, cada cosa en el mismo sitio donde se encontraban la última vez y él sentado en el borde de ese viejo colchón, con sus codos apoyados en sus rodillas y las manos sueltas entre sus piernas, su mirada siempre fija en el suelo.

Cogí la vieja silla de madera y me puse en frente suya como siempre y, de nuevo, él vagamente pasó su mirada por mí para luego acabar donde siempre, en el suelo. Suspiré algo desesperanzada y cogí mi libreta y mi bolígrafo aun sabiendo que no obtendría nada de él, pero seguía intentándolo a pesar de todo.

-¿Cómo te sientes hoy?-Pregunté nuevamente con una sonrisa en mi cara sin esperar respuesta alguna, por eso mis ojos se abrieron como platos al escuchar su voz-

-Como la mierda que soy. -Contestó sin pestañear, sin hacer ningún movimiento, tan sólo habló-

Su voz sonó rasposa al no haber dicho algo en años, pero eso no fue lo que me llevó a taparme la boca de la impresión, no fue el por qué mis ojos se cristalizaron, fueron todos esos sentimientos juntos en unas pocas palabras. Algo peor que la tristeza inundaban sus cuerdas vocales, algo peor que el suplicio era lo que su cuerpo irradiaba, cada sonido y letra bañados en algo horriblemente indescriptible, realmente lo que me dejó tan mal fue su expresión rota al hablar.

¿Qué le ha pasado a este hombre para que esté tan destruido?

Hasta morir.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora