-Capítulo 11:

132 7 4
                                    

Mi cuerpo está cansado de luchar contra el salvaje oleaje, entumecido, casi no siento mis piernas y la idea de dejarme llevar pasa muchas veces por mi mente en pocos segundos. Ese hombre se ha asegurado muy bien de que no pudiera agarrarme en ningún sitio del bordillo del muelle por lo que ahora mismo estoy a unos cuantos metros de él y de los barcos, eso sumándole que la niebla se vuelve más espesa a cada minuto y que parece no querer disiparse. Aunque sé que cuando lo haga vendrán las nubes de tormenta y no sé qué es peor... De un momento a otro, mi cuerpo choca violentamente contra algo a mis espaldas que flota, me doy la vuelta ya medio moribunda y me encuentro con mi salvación, una boya. Me agarro a ella como si me fuera la vida en ello -Literalmente- y empiezo a reírme, no pienso en nada más y creo que es por culpa de la marihuana que aún sigue en mi organismo, al igual que el alcohol, pero sé perfectamente que es porque acabo de sobrevivir al ataque de ese enmascarado gracias a esta boya, algo que puede parecer insignificante y que pasa desapercibida todos lo días. Sólo me queda esperar a que la niebla se vaya y las olas se calmen aunque sea sólo un poco, entonces será cuando podré nadar hasta alguno de los barcos y pedir ayuda, si no, siempre me queda la esperanza de que pase algún barco que vaya a atracar. Sólo espero que para cuando eso ocurra no esté muerta, porque ahora que el alcohol es más débil en mí siento el frío congelarme los huesos, no ayuda el estar parada en medio de un océano de agua helada. Empiezo a tiritar a los pocos minutos y muevo las piernas para evitar congelarme viva, miro a mí alrededor intentando divisar algo pero la niebla persiste, mis esperanzas se desaparecen a medida que mis piernas se adormecen y cada vez me cuesta más estar agarrada a la boya, la fuerza de las olas tampoco desiste.

Con la poca fuerza que me queda permanezco abrazada a lo único que me mantiene a flote mientras mis ojos se van cerrando poco a poco. Oyendo la música de la fiesta y gritos de borrachos a lo lejos el frío consigue anestesiarme por completo y me dejo llevar por el sueño.

(...)

Me desperezo y abro los párpados con lentitud, siento calor, siento sábanas arroparme... Pego un bote y mi cuerpo parece desvanecerse, mi mano va hacia mi cabeza automáticamente, me siento mareada y mi memoria es borrosa y no toda la culpa es del alcohol. Me acuerdo de ir a la fiesta con Ben y luego... intoxicarme, bailar y deambular por el muelle para luego ser arrojada al mar frío, no son recuerdos claros sino borrosos pero esos ojos verdes no se me van a olvidar tan fácilmente, sufro hipotermia por su culpa. Sí, por culpa de ese agua helada tengo hipotermia, no creo que sea una grave pero tampoco para dejarla pasar así como así, lo sé por los síntomas que tengo aunque sobre todo por el frío que siento aun estando en un lugar cerrado y con sábanas a mi alrededor. La habitación donde me encuentro está a oscuras y no puedo ver nada así que me levanto con cuidado de no tropezar con algo y mis pies tocan el suelo con cuidado en el suelo, parece que es de madera. Doy pequeños pasos hacia delante hasta que doy con una pared y con la mano me guío buscando el interruptor de la luz, mis ojos recorren cualquier rastro de algo que no sea oscuridad pero no hay nada hasta que mis dedos dan con el interruptor.

Los reflejos hacen que ponga mi brazo tapando mi rostro y cierro mis párpados con fuerza hasta que poco a poco me acostumbro, estoy en mi habitación de la universidad. Miro cómo voy vestida y llevo la ropa que tenía en la fiesta del muelle sólo que está seca, miro a la ventana y las persianas están cerradas, las subo y es de noche. ¿Aún no ha amanecido? ¿Cuánto tiempo llevo dormida? Busco en los bolsillos de los jeans y las monedas que me llevé están intactas al igual que las llaves del dormitorio, pero mi móvil no funciona lógicamente, se pegó un buen baño. No tengo calendario aunque eso no serviría y tampoco un despertador porque la alarma y la hora la tenía en el móvil, que vale, era una patata pero servía para lo básico y ahora no tengo ni eso. No me molesto en fijarme en cómo luzco cuando salgo de la habitación, pero me choco con alguien y caigo al suelo.

Hasta morir.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora