Capítulo XIX

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Ana suspiraba mientras observaba la inmensidad del mar a través de la ventanilla del avión

Ese océano que la hacía sentir tan libre, tan en calma

Apoyó con sumo cuidado la mano en la ventanilla como queriendo acariciar la inmensidad del océano con la yema de sus dedos

Volvió a suspirar y dejó caer su cabeza sobre el respaldo de su asiento tratando de dejar la mente en blanco

No paraba de cuestionarse si lo que había decidido era lo correcto, si se arrepentiría. Pero sobre todo, Ana no podía evitar preguntarse cómo afectaría su súbita marcha a sus amigos más allegados, a aquellas personas a las que reservaba un lugar en su corazón y que eran tan importantes para ella

Su respuesta a aquella pregunta llegó nada más pisar tierra firme, cuando, a las 5 de la mañana, aterrizaba en su tierra, en su isla, y desactivaba el modo avión de su teléfono

En cuanto el móvil cogió señal, las notificaciones lo invadieron, Ana temió por la vida de su teléfono, realmente estaba recibiendo demasiadas notificaciones y el teléfono vibraba ininterrumpidamente

La canaria esperó un poco apurada a que la avalancha de mensajes cesasen mientras esperaba por su equipaje en la terminal del aeropuerto norte de la isla

Eran tantas las notificaciones, que cuando la máquina transportadora comenzó a pitar y encendió su encandilante luz roja, estas no habían cesado y seguían llegando de forma intermitente

Ana decidió dejar el móvil en su bolso, ya lo revisaría todo luego con más calma. Esperó paciente por su equipaje y una vez lo tuvo, salió de la terminal sintiendo el frío abrumador que hacía en esa justa época del año en la zona de Los Rodeos

La chica de ojos color café buscó desesperadamente un taxi, en esa zona solía haber millones pero a esas horas, iba a resultarle ardua la tarea

Justo cuando comenzaba a perder la esperanza, un señor de unos 63 años estacionó su taxi frente a la canaria indicándole que subiese, el señor bajó del vehículo para ayudarla a colocar su equipaje en el maletero de este y una vez hubo colocado las tres maletas, ambos subieron al vehículo rumbo a La Laguna

El trayecto era corto y más a esas horas de la mañana, no había tráfico alguno y el señor, muy amable, había mantenido una agradable pero extraña conversación con la canaria durante todo el trayecto

Le había contado que tenía una sobrina muy similar físicamente a ella que era cantante y actriz y que trabajaba en los mejores musicales de España

Ana asentía ante las palabras de orgullo del hombre sabiendo que tan solo buscaba ser amable aún que en lugar de eso estuviese resultando un poco incómodo

Cuando la morena hubo llegado a su hogar, suspiró sintiendo como sus ojos se aguaban

Hacía más de tres años que no visitaba su hogar, Jadel no estaba muy a favor de que la canaria visitase a su familia al menos una vez al año, este no soportaba a la familia de Ana y sin ser consciente, Ana se distanció de los suyos poco a poco

Hoy volvía a estar allí, frente a la casa que tantos recuerdos le traía. Su padre aún vivía allí, solo. La casa seguía como siempre, cuidada y ahora adornada con luces de navidad en toda la fachada

Ana afirmó su andar y con sumo cuidado entró en su hogar

Trató de hacer el menor ruido posible, su padre estaría durmiendo y no quería molestarle, ya le había informado de que volvía y le había pedido que no la esperase despierto, tendrían mucho tiempo para disfrutar juntos y ponerse al día

Here by Choice · {Warmi}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora